domingo, 20 de diciembre de 2015

Real Monasterio de San Clemente



El Real Monasterio de San Clemente supone la primera fundación conventual de religiosas que se crea tras la incorporación de la ciudad de Sevilla a la corona castellana en 1248, realizada por las tropas de San Fernando.

El convento se enclava en el extremo noroeste de la manzana definida por las calles Torneo, Calatrava, Reposo, Yuste, Santa Clara, Arte de la Seda, Lumbreras, aunque en el pasado seguramente ocupara toda la manzana.

Un primer examen de sus plantas nos sorprende por su falta de tipicidad en comparación con la de otros conventos cistercienses, y es que la distribución se encuentra aquí muy mediatizada por la superposición de actuaciones en los distintos períodos históricos y la acumulación de permanencias.

El monasterio posee dos compases, uno con entrada desde la calle Reposo y la calle Santa Clara, donde también existe otra puerta que da acceso al segundo compás. El primero nos introduce en la iglesia y en el espacio dedicado anteriormente a huertas, y el segundo da paso al torno y a la puerta reglar.

La portada a la calle Reposo, la que da al compás grande de la iglesia, consta de un cuerpo central avanzado y dos laterales. El central lo forma un arco de medio punto flanqueado por pilastras almohadilladas. Los cuerpos laterales poseen sendos vanos adintelados ciegos sobre los que se abren ojos de buey. En la parte superior, una hornacina con el azulejo de San Clemente remata el frontón curvo partido.

La portada del nº 91 de la calle Santa Clara es una puerta sencilla sobre cuyo dintel se conservan restos de un azulejo con la fecha 1771. La del nº 92 da entrada al jardín que precede a la iglesia, es almohadillada y en la parte superior posee una hornacina con un azulejo de San Fernando.

Sus dependencias se estructuran en torno a dos zonas presididas una por el claustro principal, que es la que posee una estructura más clara, y otra por el compás de la calle Santa Clara, que posee una estructura más confusa y edificaciones con un carácter menos unitario.

De lo que parece que fue huerta en los últimos momentos de esplendor del monasterio (siglos XVII- XVIII) queda sólo un pequeño espacio libre en la esquina de las calles Torneo y Calatrava.

Alrededor del claustro principal se sitúan las dependencias más significativas: iglesia y refectorio, una muy poco importante y marginal sala capitular y los dormitorios, todo ello edificado en dos plantas.

Su planta es casi cuadrada, con dos alturas y arquerías de columnas pareadas, abajo de medio punto y arriba de arcos carpaneles en tres de sus frentes; el cuarto es ciego con balconeras entre pilastras. En la construcción del mismo intervienen Diego López Bueno y Miguel de Zumárraga a partir de 1617, finalizándose su construcción en 1632.

La iglesia se sitúa en el lado este del patio y se orienta en sentido norte-sur. Es de una sola nave, un gran arco toral que descansa sobre dos columnas dóricas empotradas en los muros da paso al presbiterio, y los coros, bajo y alto, se sitúan a los pies. Delante de la misma existe un atrio, fechable hacia 1615, formado por arcos sobre columnas de mármol.

La nave se cubre con un magnífico techo de alfarje de cinco paños que se puede fechar en torno a los años de culminación de la iglesia y es uno de los más interesantes de la carpintería sevillana de la segunda mitad del siglo XVI, el presbiterio con cúpula de media naranja y el coro bajo por un artesonado a base de casetones serlianos con decoración de temas vegetales, de principios del siglo XVII. En cuanto a la decoración, toda la nave tiene un zócalo de azulejos del siglo XVI, y el coro bajo unas vidrieras de principios del XVIII de Antonio de la Fuente.

El norte se ocupa con el sobrio refectorio, tras él, la cocina y los restos de la huerta conventual. El ala sur incorpora la sala capitular, la entrada al coro bajo y el llamado "patio angosto". Tras ellos se sitúa la soberbia nave de los dormitorios antiguos y el "patio de la abadesa".

Entre el coro y la nave de dormitorios encontramos el más antiguo de los patios del monasterio; el "patio mudéjar", que se compone de dos frentes de sencillas arquerías que se cegaron posteriormente.

Datos históricos

El Real Monasterio de San Clemente supone la primera fundación conventual de religiosas que se crea tras la incorporación de la ciudad de Sevilla a la corona castellana en 1248, realizada por las tropas de San Fernando.

El primer documento histórico del que se tiene noticia es un privilegio de Alfonso X fechado en 1255, en el que se refiere la circunstancia de la construcción del establecimiento cisterciense en Sevilla. El arzobispo de Sevilla don Remondo funda la comunidad en un destacado enclave, por razones históricas y morfológicas. Concretamente se situó sobre los terrenos del que fue palacio de Bib-Ragel, residencia de verano del monarca abbadita Almutamid I. La situación del palacio permitía la defensa del sector noroeste de la ciudad.

De las obras del primitivo monasterio, desde su fundación hasta el siglo XV, no nos quedan apenas vestigios; la portada de la antigua iglesia, emplazada junto a la sala capitular, o los pilares y pórticos de un claustro conocido como "patio mudéjar". En los siglos XVI y XVII se produce un intenso período de reformas que proporcionó al convento su actual estructura. El monasterio sufrió restauraciones generalizadas en el siglo XVIII. La iglesia fue edificada bajo el patrocinio de Felipe II y consagrada en 1588.

El 22 de Julio de 1811 las tropas francesas expulsan a las monjas y las dependencias conventuales servirán para cuartel y la iglesia para almacén. Las religiosas fueron acogidas en el cercano convento de Santa Clara, regresando en Octubre de 1812, si bien la pujanza de la comunidad se vería ahogada por la desamortización.

El monasterio fue restaurado para la Exposición Universal de 1992, en que formó parte del Pabellón de la ciudad. Las obras fueron patrocinadas por el Ayuntamiento de Sevilla con el concurso de una entidad de ahorros y dirigidas por el arquitecto Fernando Villanueva Sandino.

jueves, 3 de diciembre de 2015

Hospital de las cinco llagas



 

La construcción del Hospital de las Cinco Llagas o de la Sangre se inició solemnemente el 12 de marzo de 1546. Su construcción se debe a la voluntad de don Fadrique Enríquez de Ribera, que decidió alzar un nuevo edificio para albergar la fundación de caridad que en 1500 creara su madre, doña Catalina de Ribera.

La edificación fue iniciada por Martín de Gaínza, quien la dirige hasta su muerte en 1556. Los patronos de la institución designan en 1558 a Hernán Ruiz II para continuar con las obras, y el hospital se inaugura un año más tarde, aunque los trabajos continúan hasta bien entrado el siglo XVII. Otros aparejadores y arquitectos destacables, como Francisco Sánchez, Juan de Minjares o Asensio de Maeda, se suceden en las intervenciones, que nunca llegan a finalizarse por completo.

La planta rectangular del edificio guarda grandes similitudes con el Hospital Mayor de Milán. El espacio interior se organiza en torno a diez patios, de los que sólo se llegaron a construir nueve y hoy se conservan ocho. Los patios y las amplias galerías permiten la entrada de sol y garantizan la ventilación exterior, según el modelo de hospital renacentista.

El alzado de la fachada se realiza mediante dos plantas divididas en módulos por pilastras jónicas y toscanas, con ventanas rematadas por frontones triangulares. En ella se sitúa la portada de acceso principal, terminada en 1617 por Miguel de Zumárraga.

La particularidad la marca la iglesia , situada exenta en el patio central y de mayor altura que el resto del edificio. Presenta planta de cruz latina con brazos cortos, capilla mayor semicircular y sacristía rectangular tras ella. Su ejecución corresponde a Hernán Ruiz II, que la dota de gran coherencia formal y decorativa. La portada principal del templo ofrece esquema de arco triunfal, con dos cuerpos, dórico el bajo y jónico el superior, rematados por un frontón. Destacan los relieves de las virtudes teologales, labrados por Juan Bautista Vázquez el Viejo en 1564. En el interior, lo más destacado es su monumental orden jónico, así como las bóvedas que cubren la nave y el crucero. En la cabecera se sitúa el retablo mayor, cuyo diseño se atribuye a Asensio de Maeda, y la ejecución de las pinturas, fechadas en 1602, al pintor rondeño Alonso Vázquez.

El hospital estuvo dotado de condiciones higiénicas excepcionales en su momento, como cloacas o abastecimiento de agua por medio de un acueducto. Durante su existencia realizó una gran labor asistencial, especialmente en épocas de inundaciones o epidemias. Desde su apertura estuvo en manos privadas hasta la Desamortización de Mendizábal. Al asumir la Diputación de Sevilla las ayudas asistenciales y la beneficencia, pasa a ser la titular del mismo hasta su cesión a la Junta de Andalucía.

El cierre del hospital se produce en febrero de 1972 debido a su pésimo estado de conservación, aunque se siguen manteniendo algunos servicios sanitarios. El declive fue resultado natural del paso del tiempo y de los avatares históricos y políticos, que lo sumergen en una aguda crisis ya en el siglo XIX, continuada en el siglo XX, donde a pesar de desarrollarse en él los mejores años de la medicina en Sevilla, la lucha por sus recursos y espacios dejan de lado la necesaria conservación.

Diez años después de su desalojo, y sin haber sido ajeno a distintos expolios, se inician los pasos para la generosa cesión del edificio a las instituciones autonómicas por parte de la Diputación de Sevilla, dueña del mismo desde su desamortización en el s.XIX, y en el que realizó una importante asistencia benéfica. En 1986 se elaboran los primeros proyectos y un año más tarde se inician las obras, que concluyen en 1992. El 28 de febrero de ese año el Parlamento de Andalucía estrenó su sede.En esta primera fase se restauraron los patios de Farmacia , de San Carlos , del Recibimiento , del Alcohol y de Cobalto , situados tras la fachada principal. Fue adaptada la iglesia como Salón de Plenos y las salas de enfermería que la rodean como Biblioteca, Sala de Usos Múltiples y salas de Comisiones. En total se rehabilitaron para el Parlamento de Andalucía 48.648 metros cuadrados de superficie.

domingo, 15 de noviembre de 2015

El palacio Arzobispal


Otra joya de nuestro patrimonio, bastante desconocida, que merece la pena visitar.

El Palacio Arzobispal ocupa la mayor parte de la manzana delimitada por la plaza Virgen de los Reyes al sur, la calle Don Remondo al este, Segovias al norte y Placentines y Alemanes al oeste. Es uno de los grandes desconocidos a pesar de su enclave en el casco antiguo de Sevilla, junto a la catedral, la giralda y los reales alcázares, este edificio es para la mayoría un exterior fantástico barroco que raras veces se visita y solo parcialmente.

El edificio se enclava en el borde meridional de la antigua acrópolis, en el solar que ocupa hubo un conjunto termal de época romana y unas casas almohades.

El Palacio Arzobispal de Sevilla es un monumento de primer orden, que está ligado como pocos a la historia de la ciudad desde los mismos días de la Reconquista cristiana. El año 1251, Fernando III el Santo donó al Obispo Don Remondo, entonces titular de Segovia y poco después de la sede hispalense, unas casas en la plazuela de Santa María.

Del primitivo palacio no queda resto alguno, puesto que los más antiguos pertenecen al proceso constructivo que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XVI, en tiempos del Arzobispo Don Rodrigo de Castro, quien inició la transformación de las antiguas casas arzobispales en un solo conjunto unitario, proceso que prosiguió a comienzos del siglo XVII, dirigiendo las obras el milanés Vermondo Resta, arquitecto diocesano. En esta época se configuró la actual fisonomía del Palacio en torno a sus dos patios principales.

El cuidado y sensibilidad que han mostrado siempre queda patente en las constantes obras de conservación y embellecimiento que los distintos obispos han realizado allí. En las piedras, techumbre y salones del edificio actual quedan testimonios arqueológicos de las llevadas a cabo por el Arzobispo don Gonzalo de Mena (1395-1400), y sucesivamente de las hechas a fines del siglo XV, y de las del Arzobispo don Diego de Deza (1505-1523), y luego el Cardenal Muñoz de Guevara.

En la segunda mitad del siglo XVII, el Arzobispo Patiño inicia el definitivo engrandecimiento del Palacio Arzobispal de Sevilla y ordena construir la magnífica escalera barroca, ejecutada por Fray Manuel Ramos.

Hace pocos años el cardenal don Pedro Segura y Sáez ordenó y financió en el palacio importantes trabajos de consolidación y restauración.

Excepcionalmente en el siglo XIX el palacio fue Comandancia General durante la ocupación francesa y vivienda ocasional de los Duques de Montpensier a su llegada a la ciudad. En 1810 sirvió de alojamiento al mariscal Soult y sus oficiales, recuperando el palacio el nuevo arzobispo Mon y Velarde en noviembre de 1816. Respecto a Antonio de Orleáns y María Luisa Fernanda de Borbón, duques de Montpensier, se alojaron en este edificio en 1848, mientras se habilitaba el palacio bajo de los Reales Alcázares.

La portada principal, a la plaza de la Virgen de los Reyes, de estilo barroco, es obra de Lorenzo Fernández Iglesias y Diego Antonio Díaz; fue construida en el siglo XVIII y está considerada una de las mejores del barroco sevillano. En ella cabe destacar los colores albero y sangre de toro con que está decorada, colores que acompañan a otros edificios emblemáticos de la ciudad.

El edificio se distribuye en torno a dos patios principales y otros menores ajardinados en la parte posterior, tiene como elementos barrocos de primer orden la escalera monumental, las fachadas y las dos portadas; la principal de ellas verdaderamente majestuosa.

Esta portada viene a culminar el proceso de remodelación que se había llevado a cabo durante las últimas décadas del siglo XVII, y se levanta bajo el patrocinio del arzobispo don Manuel Arias, por lo que su escudo campea sobre la clave del arco de entrada. Labrada en piedra, se levanta en dos cuerpos de altura donde destacan las bellas columnas corintias pareadas del primer cuerpo. Un frontón curvo partido da paso al segundo cuerpo, donde pilastras talladas flanquean el balcón central que se enmarca con potentes molduras. Finalmente, una cornisa que se arquea sobre el dintel del balcón da paso a un remate de pináculos y jarras con azucenas, emblema de la diócesis sevillana, centrando una cruz de hierro forjado.

En el costado que da a la calle Placentines posee otra portada, mucho más sencilla que anteriormente descrita. Como anécdota, se hace referencia a que bajo ella se cobija tradicionalmente la imagen del Señor de la Sagrada Cena en la mañana del día del Corpus Christi.

Nada más cruzar el umbral de la portada lo primero que se puede observar son dos patios de estilo manierista construidos entre los siglos XVII y XVIII.  Se encuentran separados por una galería central al final de la que se sitúa la escalera principal. Ambos patios muestran en sus paramentos un enlucido que va a ser característico del barroco sevillano, a base de ocre y almagra.

El segundo patio posee una fuente del siglo XVI, detrás de éste se encuentran las dependencias del Archivo General del Arzobispado y Biblioteca, que conserva toda la documentación eclesiástica de la archidiócesis hispalense, datando los más antiguos del siglo XIV, los fondos de este archivo están siendo reordenados y clasificados desde el año 1972 bajo la supervisión de la Institución Colombina habiéndose catalogados aproximadamente más de 13.000 legajos, unos 300 pergaminos y cerca de 800 libros, llegando a ocupar más de 2.500 metros lineales.

Del interior destaca su majestuosa escalera central realizada en mármoles de colores en un solo tiro y tres tramos que culminan en una amplia tribuna, levantada en el s. XVII por Fray Manuel Ramos bajo el patrocinio del arzobispo don Jaime Palafox. El hueco de la escalera se cubre con un casquete oval decorado con pinturas de Juan de Espinal realizadas hacia 1775 durante el arzobispado de don Francisco Javier Delgado Venegas.

También es admirable el Salón Principal. Tiene el techo más ricamente pintado de todos los palacios sevillanos, constituyéndose en uno de los conjuntos pictóricos más importantes del siglo XVIII. Se trata de una colección de 60 pinturas al óleo sobre lienzo de autores tales como Bartolomé Esteban Murillo, Juan de Zamora y Juan de Espinal.

La Capilla se construyó a mediados del XVII y fue renovada entre 1779 y 1780 bajo la dirección de Antonio Figueroa. Se sitúa en la planta alta, en el frente Norte del patio del apeadero. Es de planta rectangular de una sola nave, con cinco tramos, ábside semicircular orientado a poniente y se cubre con bóveda de cañón con lunetos. En cuanto a la decoración, encontramos un friso neoclásico, cinco retablos y el escudo del obispo Spínola sobre la bóveda.

Además, el palacio, posee un importante patrimonio artístico compuesto por pinturas y esculturas del barroco sevillano, superado únicamente en Sevilla por el Museo de Bellas Artes y la Catedral, convirtiéndose en la tercera pinacoteca de la ciudad, entre sus pinturas se pueden ver obras de Francisco Herrera el Viejo, Francisco Pacheco, Zurbarán y Murillo a esto hay que añadir colecciones procedentes de las escuelas italiana y holandesa también de estilo barroco.

Estos fondos pictóricos fueron catalogados en 1979 por Valdivieso y Serrera determinando que existen 296 pinturas, conteniendo obras que datan de los siglos XVI al XX, aunque la mayoría de ellos están datados entre los siglos XVII al XVIII.

En fin como habrán podido apreciar otra joya de nuestro patrimonio, bastante desconocida, que merece la pena visitar.

martes, 3 de noviembre de 2015

La antigua Audiencia de Sevilla


La Audiencia Territorial ocupa uno de los lados mayores de la Plaza de San Francisco y es junto al patio de la Casa Lonja  uno de los edificios civiles renacentistas más bellos y de mayores proporciones de Sevilla.

En el año 1250, el rey Fernando III concede a la ciudad de Sevilla un ordenamiento jurídico y autoridad suficiente para impartir justicia.

Ya desde el siglo XIV se sabe que existe en este solar una sala para ejercer esta función, siendo el juez de grado Rui García de Santillán quien consigue una casa en la plaza de San Francisco para su servicio.

Con los Reyes Católicos se instala la Audiencia de Grados, que dependía de la Real Chancillería de Granada, siguiendo su planteamiento iniciado para la reforma de la justicia. En 1553 se funda la Real Chancillería de Sevilla, independiente de la anterior, lo cual lleva a la ampliación del edificio.

La Audiencia Territorial ocupa uno de los lados mayores de la Plaza de San Francisco y es, junto con el Ayuntamiento, lo único que se conserva del histórico conjunto urbano. Fue construida en estilo manierista y junto al patio de la Casa Lonja es uno de los edificios civiles renacentistas más bellos y de mayores proporciones de Sevilla.

Tradicionalmente se ha venido afirmando que la construcción del edificio de la Real Audiencia formó parte del nuevo proceso de formalización urbanística de la Plaza de San Francisco en el siglo XVI, iniciado con la construcción de las nuevas Casas Consistoriales proyectadas por Diego de Riaño en 1526. Este edificio fue uno de los más tardíos en experimentar su transformación al leguaje renacentista, transformación que se inició, al igual que la Chancillería de Granada, desde dentro hacia fuera a finales del siglo XVI.

El edificio es de planta cuadrangular y tres pisos de altura, con zaguán y patio alrededor del cual se distribuyen las estancias. Entre las salas que lo rodean destaca la que en tiempos pasados se denominaba el Salón de Acuerdos. En uno de sus laterales alberga la monumental escalera de acceso al cuerpo superior, con zócalos de azulejos. El inmueble acoge en su interior una rica colección de pinturas, de azulejos, frisos con decoración plateresca y puertas de madera tallada.

La fachada principal se divide en tres plantas separadas horizontalmente por una cornisa corrida. Y estructurada verticalmente por pilastras de órdenes superpuestos que dividen los espacios en altura en dos, tres y cuatro vanos. El cuerpo bajo con grandes ventanales rectangulares con orejetas, el segundo cuerpo con balcones rematados por frontones triangulares coronados por bolas y el tercer cuerpo con vanos de medio punto flanqueados por columnas corintias, rematándose el conjunto por un antepecho abalaustrado con bolas y flameros.

La portada se encuentra situada en el centro de la fachada principal y ocupa los tres cuerpos de altura. El tercer cuerpo parte de una cornisa y presenta un escudo de los Austrias con el águila bicéfala.

La renovación de la fachada del edificio medieval no se inició hasta 1605, al hallarse derribada, el Ayuntamiento propuso retranquear el edificio para mejorar la regularización de la plaza. A falta de documentación la autoría de las obras del patio y de la fachada se han atribuido a diversos arquitectos, principalmente a Hernán Ruiz, Vermondo Resta y Alonso de Vandelvira.

La antigua Chancillería, actual Audiencia, es uno de los edificios de administración pública del siglo XVI más hermosos que se conservan en la ciudad de Sevilla. Mandada a construir por Felipe II entre 1595 y 1597, se terminó en 1606. El edificio ha sufrido diversas transformaciones en los siglos XVIII XIX y XX.

Durante el siglo XIX se realizaron diversas obras que fueron alterando la fisonomía de la fachada. A partir de 1818 se trasladó la portada y balcón principal al centro del edificio. En 1842 se remató la fachada con un reloj y una escultura de San Saturno, creándose un nuevo zaguán de entrada al patio principal; derribándose la cárcel ubicada a la izquierda de la Audiencia, Cárcel de Olivares, en el año 1858 debido a su mal estado de conservación Con posterioridad, en 1861, fue suprimida la torre ante la amenaza de ruina.

La última reforma se realizó en 1918 tras un incendio que destruyó parte de las cubiertas, siguiendo el proyecto de Aníbal González. A partir de estas reformas el edificio tomó un aspecto similar a la Universidad de Alcalá de Henares. Por último el edificio fue sometido en 1970 a una serie de reformas proyectadas por Rafael Manzano Martos, con el fin de adaptarlo a sede central de la Caja de Ahorros de San Fernando y sede actual de la caja de ahorros Cajasol de Sevilla.

miércoles, 14 de octubre de 2015

Iglesia de Santa María la Blanca



 El único templo de Sevilla que conserva restos de las tres religiones es Santa María la Blanca. fue mezquita, después sinagoga y, finalmente, iglesia cristiana.

Tras los trabajos finalizados recientemente, se ha podido comprobar que el único templo de Sevilla que conserva restos de las tres religiones es Santa María la Blanca. fue mezquita, después sinagoga y, finalmente, iglesia cristiana. En la segunda fase de los trabajos de restauración terminados en enero de 2.013, los arqueólogos han encontrado por primera vez restos de estructuras, tanto de la mezquita como de la sinagoga judía, que apuntan a que el actual templo cristiano no se levantó a costa de destruir los anteriores, sino utilizando al menos parte de lo edificado.

La primitiva mezquita sería modesta, "de barrio", fundada intramuros de la ciudad, ante una de las antiguas puertas de entrada hoy desparecida, llamada de Bab Chauar o de las Perlas, más tarde de Minjoar y actualmente de la Carne.

Después de la reconquista de la ciudad por parte del rey Fernando III, su hijo Alfonso, mediante un Privilegio Rodado fechado en 5 de agosto de 1.252, cede a la Iglesia de Sevilla todas las mezquitas de la ciudad, excepto las tres que se encontraban en el interior del barrio de la judería, que se transforman en sinagogas y, posteriormente, en las iglesias cristianas de san Bartolomé, santa Cruz y santa María la Blanca. En concreto, la sinagoga de santa María la Blanca es consagrada al culto cristiano en 1.391, justo después de la matanza de judíos instigada por el tristemente famoso arcediano de Écija, Ferrán Martínez. Tras los trabajos finalizados recientemente, se ha podido comprobar que el único templo de Sevilla que conserva restos de las tres religiones es Santa María la Blanca.

En la construcción de la nueva iglesia sigue las trazas cristianas del arte gótico, con portada de arco apuntalado y aprovechamiento de las columnas y capiteles romanos que todavía se conservan en el muro lateral de la calle Archeros.

La configuración  del edificio actual data del siglo XVII y en ella tuvo una especial intervención el canónigo de la catedral Justino de Neve, cuya vinculación con este templo comienza en 1657 cuando ingresa en su Hermandad sacramental, figurando veinte años más tarde como Hermano Mayor de la misma.

Las obras fueron realizadas en dos fases: la primera en 1660, cuando se alzó su capilla mayor, que debió ser levantada por Pedro Sánchez Falconete, el cual en 1651 ya había construido la espadaña, que fue respetada. El retablo es también de 1660, según testimonio de Torre Farfán por el que sabemos que del templo primitivo solo se conservó esta capilla, por ser de realización reciente.

La segunda fase en la construcción de la iglesia (de 1662 a 1665) Se quitaron las primitivas columnas de piedra que estaban en mal estado y se sustituyeron por cinco pares de columnas de jaspe rojo y sobre ellas se voltearon arcos semicirculares. El templo quedó configurado como  una planta de forma rectangular con una prolongación de la cabecera y con dos cuerpos, también rectangulares, que se adosan en el muro de la nave de la Epístola, abierto a la calle Archeros. Su interior se organiza según tres naves, prácticamente de la misma altura,  divididas en seis tramos a través de dos hileras de columnas toscanas que a partir de arcos de medio punto, reciben los pesos de sus bóvedas, de cañón con falsos lunetos en la nave central, y de aristas en las laterales. En el teórico crucero se eleva una bóveda semiesférica iluminada por dos óculos laterales. En julio de 1663 el propio Justino de Neve contrató con el cantero Gabriel de Mena la labra de diez columnas con un coste de 500 ducados, y el contrato para la realización de las cubiertas fue firmado en julio del año anterior.

La decoración interior del templo está fundamentada principalmente en yeserías barrocas de ángeles  y recargadas de elementos vegetales trazadas  por Pedro Sánchez Falconete y decoradas por Pedro de Borja, según Teodoro Falcón. Estas dan una gran carga de apariencia barroca que enmascara por completo las trazas góticas originales.

Este panorama decorativo se completa con cuatro grandes lienzo semicirculares que encargó Justino Neve a Bartolomé Esteban Murillo de gran calidad técnica y excelente composición. Dos más grande situados en los intercolumnios del espacio que precede al presbiterio. Los otros dos, algo menores, se colocaron en los testeros de las naves laterales. Los dos primeros fueron expoliados durante la invasión francesa. En la actualidad se hallan en el Museo del Prado y en su lugar existen en la iglesia sendas réplicas.

Finalmente, dentro del epígrafe de la decoración, hay que citar los azulejos que decoran los muros del templo y de algunas capillas, idénticos a los que se hallan en la Sacristía de la iglesia del Sagrario, que fueron realizados por Diego de Sepúlveda.

Las obras concluyeron a principios de Julio de1665, siendo consagrado el templo el 5 de Agosto siguiente, festividad de Ntra. Sra. de las Nieves

La imagen de Nuestra Señora de las Nieves, realizada por Juan de Astorga a comienzos del siglo XIX, preside precisamente el retablo del presbiterio. Barroco de hacia 1690, que presenta columnas salomónicas  como elementos estructurales con tallas de Santa Justa y Rufina en los laterales .

Destacan además los dos retablos existentes en la capilla Sacramental, que se encuentra situada en la nave de la Epístola. De éstos, el que preside la capilla, y situado en el muro de la izquierda, es conocido como el retablo de la Cofradía del Lavatorio, y en él pueden contemplarse las imágenes de el Crucificado del Mandato,  que se ubica en su parte central, entre las figuras de la Virgen y San Juan. En el frente, otro retablo de líneas muy barrocas y gran valor artístico, está presidido por la figura de San José con el Niño, atribuido a Cristóbal Ramos del siglo XVIII.

Exteriormente, y por encontrarse la iglesia adosada a una esquina de una manzana de viviendas, cuenta con dos fachadas muy distintas entre sí, en este caso ambas de medianas dimensiones.

La principal, situada a los pies de la iglesia se organiza en forma de torre-fachada, con un arco apuntado y abocinado, cuya rosca exterior se decora a base de puntas de diamante labradas en piedra. Sobre este primer cuerpo se levantan otros tres, con huecos altos y estrechos, los dos superiores para alojar campanas.

viernes, 2 de octubre de 2015

Archivo General de Indias


Un precioso edificio con un carácter diferente al resto que se puede ver en la capital hispalense, una belleza del Renacimiento Herreriano, declarado Patrimonio de la Humanidad.

El edificio que hoy alberga el Archivo fue construido para alojar el cada vez mayor número de comerciantes que, reunidos en torno a la Universidad de Mercaderes primero y tras 1546 constituidos como consulado, necesitaban un espacio propio para celebrar sus tratos y resolver sus pleitos. El conflicto generado entre el cabildo de la catedral y los mercaderes por la ocupación de los espacios sagrados de la catedral para menesteres tan poco piadosos como los que guiaban a los comerciantes dio el definitivo empuje para que en 1583 comenzaran las obras de construcción de la Lonja de Mercaderes.

El arquitecto real, Juan de Herrera, fue el encargado del diseño de un edificio cuya construcción se prolongó hasta 1646. A cargo de las obras estuvieron varios prestigiosos arquitectos como Juan de Minjares, Alonso de Vandelvira y Miguel de Zumárraga quienes, sobre todo este último, alteraron algunas de las ideas del proyecto original al introducir elementos innovadores en su construcción, como el abovedamiento de la planta superior, para aligerar la habitual solución herreriana de techo a dos aguas, más pesada y que presentaba un mayor riesgo de incendio.

La segunda mitad del siglo XVII trajo consigo la decadencia política y comercial del imperio español que, inevitablemente, debía causar contraste con la reciente finalización de las obras de la lonja. En 1717 la sede del comercio ultramarino se traslada a Cádiz, quedando en Sevilla únicamente una Diputación de Comercio. La infrautilización del edificio fue tan manifiesta que llegaron a habilitarse viviendas particulares en su interior mientras que la institución que promovió su construcción periclitaba.

La elección en 1781 de la Lonja de Mercaderes de Sevilla como sede del gran proyecto ilustrado que iba a ser el Archivo General de Indias detuvo la degradación del edificio. Una vez desalojados los inquilinos y dividido el espacio entre la Diputación de Comercio y el emplazamiento del archivo y sus dependencias, Luca Cintora, arquitecto de los Reales Alcázares, acometió una audaz obra de readaptación del edificio para servir a los fines de depósito documental. Su discutida intervención procuró por un lado recuperar en la medida de lo posible el proyecto de Juan de Herrera, devolviendo la diafanidad a las galerías y por otro lado reformar la escalera de acceso confiriéndole con un generoso revestimiento de mármol la actual suntuosidad.

Se trata de una edificación exenta, con planta y patio central en forma cuadrada, de 56 metros de lado, asentado sobre un podio, cuenta con dos pisos de altura, combina en su exterior ladrillos rojos y elementos de piedra, combinación que se continuaría en distintos edificios sevillanos.

En su interior está el patio central, construido en piedra y de amplias proporciones, mostrando arcos sujetados en los pilares con medias columnas.

Tras las cristaleras del patio se desarrollan unas amplias galerías. Las de la planta superior se cubren con cubiertas abovedadas decoradas con casetones y relieves de tipo geométrico, muy propias del estilo renacentista y sobrias, de alto valor decorativo, separadas por tramos a través de arcos fajones de medio punto.

Destaca la actual escalera principal del edificio, proyecto de Lucas Cintora, que fue realizada con posterioridad a la construcción del edificio, a finales del siglo XVIII, y se encuentra decorada con enchapaduras de mármol. Sobre la escalera se abre una cúpula en linterna.

De la calidad del edificio dan fe los mármoles con que se recubren sus superficies, mármoles en varios tipos de colores, tallados con formas decorativas en las paredes y superficies de la escalera, y cortados y combinados con precisión en las solerías de las distintas salas y zonas en las que se compartimentan las galerías.

Sobre los laterales de las galerías se disponen altas estanterías talladas en madera noble, elevadas del suelo sobre un banco corrido de mármol rojo, que se realizan para el desempeño del los fines archivísticos, en donde se guarda gran cantidad de documentos de incalculable valor.

En octubre de 1785 empiezan a llegar al Archivo los primeros documentos. Desde entonces y en distintas remesas se van incorporando los fondos de las principales instituciones relacionadas con las Indias hasta convertir al archivo en el principal depósito documental para el estudio de la administración española en el Nuevo Mundo y las Filipinas. En el momento de constituir el archivo, se toma el año 1760 como fecha divisoria entre lo administrativo y lo histórico, de forma que los documentos anteriores a esa fecha habían de ser remitidos al Archivo de Indias, quedando la documentación posterior a dicha fecha al servicio de los organismos que habían producido los documentos.

El Archivo guarda documentos correspondientes al Nuevo Mundo, desde el momento del Descubrimiento hasta el siglo pasado, tales como autógrafos de los principales protagonistas de la gesta colonizadora, la solicitud de un puesto en Indias de Miguel de Cervantes, el original de la Bula de demarcación de Alejandro VI, planos de las principales ciudades americanas, etc...

Los documentos que hoy conserva el archivo ocupan más de nueve kilómetros lineales de estantería. Se trata de unos 43.000 legajos con unos 80 millones de páginas que proceden, fundamentalmente, de los organismos metropolitanos encargados de la administración de las colonias. encargados de la administración de las colonias. Entre los fondos del Archivo cabe destacar el diario de Cristóbal Colón, los planos de las primeras poblaciones americanas, o cartas de Magallanes, Hernán Cortés, Felipe II, Cervantes y George Washington.

Como han visto se trata de un precioso edificio con un carácter diferente al resto que se puede ver en la capital hispalense, una belleza del Renacimiento Herreriano, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, junto a la Catedral y el Alcázar de Sevilla.

jueves, 10 de septiembre de 2015

Torre de Don Fadrique


La torre de don Fadrique es una auténtica maravilla, símbolo de la Sevilla medieval que resurgió con fuerza tras la conquista de San Fernando.
La torre de don Fadrique es un elemento que todo el mundo ubica e incluso es visible desde las calles que rodean al antiguo monasterio de Santa Clara, pero lo que pocos conocerán es la belleza de sus salas interiores. Gracias a la última intervención realizada por el Ayuntamiento en Santa Clara, los jardines que rodean a la torre son visitables e incluso albergan espectáculos escénicos. El acceso se realiza desde el claustro del convento a través de un patio secundario que ha sido adaptado para las visitas.

La torre de don Fadrique se encuentra en mitad de unos jardines diseñados por Juan Talavera y Heredia en los años veinte del pasado siglo como sede del Museo Arqueológico Municipal, que estuvo abierto hasta 1946. El arquitecto municipal se encargó de restaurar el edificio, devolviéndole su cota original (había ido quedando enterrada con el paso de los siglos), le colocó una nueva escalera de subida con una bella barandilla de madera tallada y un estanque delantero para que se reflejara en el agua.

Es lo único que subsiste del Palacio de Don Fadrique, anexo al Convento de Santa Clara. Construida en 1252, es de planta cuadrada y posee tres cuerpos. El primero cubierto con bóveda ojival en el que se sitúan la puerta, tiene ventanas tipo saeteras. El segundo con bóvedas también ojivales tiene ventanas románicas y el tercero con bóvedas octogonales posee ventanas góticas.

La torre de Don Fadrique formaba parte del palacio del citado infante, el mayor de los quince hijos del Rey Fernando III, 'El Santo'. La construcción del conjunto arquitectónico se inició en 1252 para en 1289 donarse a las monjas clarisas, que se instalaron en la casa del infante para mas tarde construir el actual Convento de Santa Clara (siglos XV-XVI).

En el interior de la torre nos encontramos la bella barandilla de madera tallada añadida por Talavera y Heredia en los años veinte del siglo pasado que nos permite ir ascendiendo a través de las bóvedas. En la planta inferior encontramos una sencilla bóveda de crucería con apenas dos arcos ojivales que se entrecruzan en la clave y que recaen en sencillas ménsulas.

En el segundo cuerpo ya hallamos una bóveda más compleja con arcos igualmente construidos en ladrillo. Las estancias, de planta cuadrada, son de una sobriedad y belleza espectaculares, con vanos abiertos al exterior y pequeñas troneras y saeteras que recuerdan el pasado defensivo de esta zona de la ciudad.

Sin duda la estancia más bella es la superior, donde cuatro grandes vanos góticos con arcos polilobulados se abren al paisaje, hoy bastante colmado de edificaciones, pero que en el siglo XIII debió ser de gran belleza. Lo más espectacular es la bóveda que cubre la estancia, de una gran complejidad y cuyos arcos recaen en ménsulas decoradas con figuras antropomórficas.

La torre de don Fadrique es una auténtica maravilla, símbolo de la Sevilla medieval que resurgió con fuerza tras la conquista de San Fernando en 1248. Esta zona de la ciudad se cedió al infante don Fadrique, hijo de San Fernando y hermano de Alfonso X 'el Sabio', que construyó aquí su palacio, edificio del que apenas se conservan restos ya que fue reutilizado por las monjas cuando se instalaron en Santa Clara. Los muros del convento son los muros del palacio y la torre quedó en mitad de las huertas.

Entre las múltiples leyendas que circulan sobre esta torre destaca la que sitúa en ella los amores entre el infante don Fadrique y la segunda mujer de su padre, la reina Juana. Sean o no ciertas estas leyendas, lo cierto es que la torre se encontraba dentro del perímetro amurallado de la ciudad, por lo que su carácter defensivo era bastante secundario, más teniendo en cuenta los grandes ventanales que la decoran. En ella se mezcla un estilo románico tardío en la puerta de acceso y las ventanas del primer piso con el gótico de los vanos superiores y las bóvedas de las tres salas interiores, que van ganando en riqueza y complejidad conforme avanzamos en altura.

El rey Fernando III llamado popularmente El Santo, enviudó de su esposa, Doña Beatriz de Suabia. Al poco tiempo y, aunque ya era un anciano, se casó con la hermosa y joven Doña Juana de Pointhieu, descendiente de la familia real francesa.

Fernando III falleció pronto, dejando viuda y sola a Doña Juana. La entonces reina residía en el Alcázar de Sevilla, a donde llegó el Infante Don Fadrique, hijo del difunto Fernando III y por lo tanto hijastro de Doña Juana. La edad de ambos difería en dos años (25 años Don Fadrique y 27 años Doña Juana).

El infante y la reina se enamoraron y según se cree, Don Fadrique mandó construir la torre con el pretexto de reforzar la seguridad y vigilar el entorno de la misma pero, se piensa que su intención real era tener en ella los encuentros amorosos con la reina.

Esta situación no la aceptaron bien ni la nobleza ni el pueblo, lo que provocó que la reina marchara a Francia.

El Rey Alfonso X El Sabio, hijo de Fernando III El Santo y hermano del Infante Don Fadrique, autorizó abrir un proceso judicial contra este, presionado por la nobleza y el clero. Acusado de ofensa real al tener amores ilícitos con la viuda del rey fallecido y madrastra suya, Don Fadrique fue condenado a muerte y ejecutado en Toledo.

Tras el oscuro final del infante don Fadrique, la torre quedó en desuso hasta que varios años después los terrenos fueron entregados por el rey Sancho IV (tío de don Fadrique) a las monjas franciscanas para que situaran una de sus casas en la ciudad. Las múltiples reformas llevadas a cabo durante siglos respetaron la bella torre, que se muestra como testigo de esa Sevilla que se resiste a desaparecer. Ahora, nuevamente, los sevillanos y visitantes podrán visitar este recinto único, ejemplo del mejor gótico civil sevillano.

jueves, 6 de agosto de 2015

Hospital de los Venerables


El Hospital de los Venerables Sacerdotes fue fundado por Justino de Neve en 1675 como asilo de todos aquellos sacerdotes enfermos, ancianos o transeúntes. Se trata de uno de los edificios más importantes del barroco sevillano, obra de Leonardo de Figueroa. Está situado en pleno corazón del barrio de Santa Cruz. El edificio fue cedido en 1991 por el arzobispado y la hermandad de los Venerables a la Fundación Focus-Abengoa (Fundación de Cultura de Sevilla), quien restauró y acondicionó el edificio para nuevas funciones.

El edificio consta de dos plantas y está integrado por el templo y lo que fue la residencia. El hospital se articula en torno a un gran patio al que se accede a través de la plaza de los Venerables. El original patio cuenta con galerías de arcadas circulares decoradas con azulejos, conjunción de influencias entre claustro conventual y patio sevillano. El patio se completa con una fuente central rodeada de una escalinata concéntrica descendente, estructura original motivada por problemas de abastecimiento de agua en el asilo. La escalera está cubierta por una bóveda elíptica decorada con yeserías barrocas. Una vez se entra en la iglesia, se accede a una sola nave rectangular cubierta por bóveda de medio cañón con lunetas y arcos fajones. La iglesia fue consagrada a san Fernando en 1698 y destaca por su decoración a base de pinturas murales en el presbiterio y la sacristía, realizadas por Valdés Leal. También la bóveda y los muros de la nave tienen murales, ejecutados éstos por Lucas Valdés. El Retablo Mayor está presidido por un gran lienzo donde se escenifica la Última Cena de Cristo, realizada también por Lucas Valdés. Contiene esculturas de gran valor, como las de San Fernando y San Pedro, realizadas por Pedro Roldán, y las de San Esteban, obra de Martínez Montañés.

El Hospital de los Venerables constituye una de las edificaciones mejor conservadas en su totalidad de la arquitectura sevillana de la segunda mitad del siglo XVII, fase de desarrollo del estilo barroco.

La construcción de este singular edificio comenzó en 1676, bajo la dirección del arquitecto Juan Domínguez, concluyéndose en 1697, bajo la dirección de Leonardo de Figueroa.

En la calle Jamerdana, se alza la fachada del templo, pero la entrada al edificio se realiza por la Plaza de los Venerables, donde se entra a un bello apeadero que conduce directamente al patio central. A la derecha de este apeadero, a través de un cancel, se situaba la casa del administrador de la institución que ocupaba anteriormente el edificio, abarcando dos plantas, que ahora alberga los despachos de dirección y la Sala de Juntas.

La zona central del edificio la ocupa un bello patio mezcla de claustro conventual y patio de casa sevillana, adosándose al lado norte la iglesia, que ocupa todo este frente. Este patio principal es la pieza arquitectónica de mayor belleza e interés del Hospital y sus características actuales son idénticas a las del momento de su construcción, salvo algunas pequeñas modificaciones de solería y alicatados posteriores. Su planta es cuadrada, con galería abierta en la parte inferior con arquerías que se asientan sobre columnas de mármol de orden toscano con base ática, de modelo vignolesco.

La mezcla de colores del conjunto, tanto en el patio como en las fachadas, entre el blanco de la cal y el rojo del ladrillo de pilastras, arquitrabes y cornisas, las primeras con vitolas muy marcadas, dan una gran unidad estética al conjunto y una visión cromática muy característica.
Descripción

El segundo cuerpo de este patio está cerrado y se abre al exterior a través de balcones situados sobre el eje de los arcos inferiores. Entre los vanos se alzan pilastras de ladrillo vitolado que caen a plomo sobre las columnas del cuerpo inferior.

La galería baja se encuentra a un nivel más alto que el centro del patio, donde se encuentra una fuente rodeada por una escalinata concéntrica de ladrillo y azulejos de peculiar estilo. Problemas de abastecimiento de aguas al Hospital motivaron esta solución muy original, debido a la altura a la que se situaba la construcción. La bella pila central fue diseñada por Simón de Pineda y labrada por Francisco Rodríguez, la azulejería primitiva del patio fue realizada por el maestro Melchor Moreno.

En el costado oriental del patio se ubicaba la Enfermería baja, hoy Sala de Exposiciones. Esta estancia es un gran salón rectangular con arquería central y cubierta plana. En las enjutas de los arcos florece una carnosa decoración de yeserías con símbolos del papado relacionables con la advocación del Hospital de San Pedro.

 La planta alta, también Sala de Exposiciones, repite la disposición de la inferior y fue destinada para ser habitada en las estaciones frías del año. Quizá pueda significarse en ella la Enfermería alta, situada sobre la anterior, directamente comunicada con el coro de la iglesia y, en el ángulo sudeste, la torre mirador superior al refectorio alto, cubierta con armadura de estilo mudéjar.
Detalle Azulejo de Reflejo metálico. Realizado en Triana fines S.XIX. sacristía Iglesia del Hospital de los Venerables. Fundación Focus-Abengoa. Sevilla

Detalle Azulejo de Reflejo metálico. Realizado en Triana fines S.XIX. sacristía Iglesia del Hospital de los Venerables. Fundación Focus-Abengoa. Sevilla

Arquitectónicamente la Iglesia del Hospital de los Venerables, usada ahora como Auditórium musical, enriquecida además con la construcción de un nuevo órgano, responde al tipo tradicional sevillano de la segunda mitad del siglo XVII. Es decir, templo de planta rectangular, de una sola nave, encajonada, cubierto con bóveda de medio cañón con lunetos y arcos fajones, mientras que el crucero, levemente acusado en planta, se cubre con una media naranja gallonada y encamonada, sin tambor, que no se trasdosa al exterior, pues está cubierta por un tejado a cuatro aguas con buhardillas. Su interior ofrece el interés de la utilización de capiteles en forma de ménsulas.

Toda la iglesia se encuentra pintada, tanto paramentos verticales como techos, desarrollando por Valdés Leal y su hijo Lucas Valdés, un riquísimo programa iconográfico, seguramente auspiciado por el canónico impulsor de las obras D. Justino de Neve, con una clara estructura eclesialógica, pretendiendo devolver autoridad moral a la Iglesia y dignidad a la jerarquía y al clero, siendo notable la que decora el techo de la Sacristía, donde también podemos ver una espléndida cajonería que sirve para guardar ricos ternos sagrados. No hemos de olvidar las diversas piezas de orfebrería que conserva la institución.

Así mismo, cabe resaltar las magníficas esculturas de San Pedro y San Fernando, obras de Pedro Roldán, situadas al pie de la nave debajo del coro, los retablos debidos a Juan de Oviedo, el púlpito con ricas maderas y mármoles policromados de Francisco de Barahona, las originales y bellísimas piezas de plata y coral exhibidas en urnas de las pilastras, las urnas relicarios de madera dorada que están en el presbiterio, los cuatro cobres de procedencia flamenca, las pinturas sobre mármol de la Inmaculada y de la Virgen con el Niño debida ésta a Sassoferrato, etc. Muy importante es la Virgen de Belén en la parte central del altar mayor.

Otras dependencias, como el Refectorio y la Sala de Cabildos de invierno, piso superior, se han convertido en sede de la Biblioteca y del Gabinete de Estampas.