sábado, 31 de enero de 2015

La Casa de los Pinelo


La casa de los Pinelo, llamada también de Abades, se halla emplazada en la calle de este nombre, una de las más céntricas y emblemáticas de la ciudad de Sevilla, en la que tradicionalmente han tenido su residencia miembros del Cabildo eclesiástico. Por su situación se encuentra en las proximidades de la Iglesia de Santa Cruz, la Catedral, el Palacio Arzobispal, la iglesia de San Alberto y otros edificios importantes de la ciudad.

El edificio formó parte de una casa-palacio de gran amplitud, extendiéndose desde la calle Argote de Molina hasta Abades. Este inmueble perteneció a Francisco Pinelo, siendo dividido entre sus dos hijos tras su muerte.

El edificio se ajusta a un prototipo de casas-palacio de origen medieval, enriquecido con elementos renacentistas. De ahí, sus afinidades estructurales y decorativas con otras casas sevillanas de la misma época, como la Casa de Pilatos o el Palacio de las Dueñas. Se organiza con más o menos irregularidades en torno a tres espacios abiertos: el apeadero, el patio y el jardín trasero. El patio posee galería de columnas en tres de sus frentes, con arcos decorados con yeserías renacentistas, producto de una reforma realizada en la década de 1540, que transformó otro precedente. Las yeserías fueron muy restauradas en el siglo XIX. En su entorno se encuentran los espacios más nobles de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, como son el Salón de Actos, con un bello friso de yeserías con las armas de los Pinelo, las salas de la Biblioteca y otras, que poseen los artesonados más antiguos de la casa, fechados con anterioridad a 1520. También hay que destacar la pequeña bóveda en el paso hacia la logia, actual Sala de Juntas, así como la escalera de acceso a la planta alta, con contrahuella de azulejos del siglo XVIII, y el artesonado que cubre la caja, ambos elementos fueron instalados en la restauración de los años setenta del siglo XX.

Al fondo se encuentra el jardín, al que se abre una logia con columnas de mármol, hoy convertida en Sala de Juntas de la Academia, por la que se accede al Despacho de la Dirección. En este jardín se instaló una fuente manierista, procedente de una casa-palacio de la calle Levíes, en cuya hornacina se encuentra una estatua de Pomona, obra de Juan Luis Vasallo, procedente de la plaza de la Encarnación.

Perteneció a la familia de los Pinelo, de la nobleza sevillana, de origen genovés, de fines del siglo XV y primera mitad del XVI. Sus últimos propietarios, los hermanos jerónimo y Pedro Pinelo, ambos canónigos de la Catedral de Sevilla, la donaron a ésta en 1524.

Del siglo XVI, época de opulencia y florecimiento de las artes en Sevilla, son las obras principales que han llegado hasta nosotros, con el estilo característico de entonces, mixto de árabe, gótico y renacimiento sevillano que forman tan bellísimo conjunto.

Desde entonces sirvió de residencia de los Canónigos de la Catedral, hasta las desamortizaciones del siglo XIX. Al pasar a manos particulares tuvo varios usos; a principios del siglo XX fue un hotel, pasando en 1966 pasa a ser propiedad del Ayuntamiento de Sevilla, tras una donación de José Mª Areces, propietario del Corte Ingles, como compensación por la destrucción del Palacio de Sánchez Dalp, en la Plaza del Duque.

Actualmente se encuentra en buen estado de conservación, siendo la sede de las Reales Academias Sevillana de Buenas Letras y de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría. En su interior se halla una interesante colección pictórica.

La bibliografía tradicional sostiene que en esta casa nació San Juan de Ribera, quien llegó a ser virrey de Nápoles y arzobispo de Valencia. Hijo natural de Pedro Enríquez de Ribera y Teresa Pinelo.

En 1970 se realizaron una serie de obras de restauración y rehabilitación, bajo la dirección del arquitecto Rafael Manzano Martos, durante estas obras se abrió la primitiva puerta cegada, reconstruyó la galería alta del patio principal con columnas. Éstas procedían de la casa de los Marmolejos, que se encontraba en la calle Guzmán el Bueno nº 8. En el jardín se colocó una fuente de grutescos manierista procedente de la casa-palacio de los Levíes.

La escalera se encuentra situada en un vértice del patio, fue reconstruida en las obras mencionadas anteriormente. Fue ampliado su espacio primitivo, colocándose los peldaños, decorados con azulejos del siglo XVIII procedentes de la casa de la calle Guzmán el Bueno nº 11.

viernes, 16 de enero de 2015

Capilla de San Pedro Alcantara


Quizás sean las dos iglesias más desconocidas de Sevilla. Situadas en pleno centro de la ciudad, en la calle Cervantes, entre la plaza de San Martín y la plaza de San Andrés. Dos iglesias que comparten la misma puerta, junto al acceso trasero del Instituto San Isidoro, el centro de enseñanza con más historia de la ciudad, e insertas en el colegio mayor de las Esclavas del Sagrado Corazón. Tras un sencillo portalón se abre un pequeño compás al que se abren, de forma perpendicular, dos capillas barrocas desconocidas.

La iglesia de San Pedro de Alcántara fue convento franciscano fundado en 1649 en las casa de los marqueses de Valencina, en el año en que Sevilla sufrió la mayor epidemia de peste de su historia, inaugurándose el templo en octubre de 1666. En el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, la comunidad se amplió con la llegada de la comunidad franciscana del convento de San Diego, los llamados «dieguinos», que vendieron su convento situado en las cercanías del actual Prado de San Sebastián y se trasladaron a las casas de la calle Cervantes. La llegada de los franceses motivó la ocupación del recinto y la expulsión de los frailes, siendo empleado el convento como hospital, Regresaría la comunidad en 1813, produciéndose su definitiva exclaustración en 1835.

En 1895 llegaron al convento las Esclavas del Sagrado Corazón de María, que hoy siguen regentando el colegio mayor la Luz. Desde entonces, el conjunto ha sufrido una parcelación continua de sus antiguas dependencias, en las que se situaría el Instituto de Enseñanza Media San Isidoro. Ya en el siglo XX, en la década de los sesenta, se derribaron la mayor parte de sus patios y de sus muros, conservándose en la actualidad las dos iglesias y las arcadas de un claustrillo, todo ello entre el patio del Instituto y las dependencias del colegio de las Esclavas. La iglesia principal tiene acceso desde la puerta que se abre frente a la calle Cervantes. Es iglesia de una sola nave, con planta de cruz latina y bóveda semiesférica en la zona que antecede al presbiterio. No tiene retablo principal sino un gran templete a modo de baldaquino que aloja una cruz romo símbolo franciscano. Está realizado en madera, pero su policromía imita el mármol, dentro del gusto académico del siglo XIX. Buena parte de la iglesia tiene un vistoso zócalo de azulejos del siglo XIX, diseñados por José Gestoso, aunque el aspecto más destacable son las pinturas al temple que decoran la mayoría de sus muros. Aunque deterioradas, son un ciclo pictórico del siglo XVIII de gran interés, dedicado a la exaltación de la orden franciscana.

Por los muros se distribuyen santos y papas relacionados con la orden como San Luis de Tolosa, San Buenaventura y Santa Clara expulsando a los sarracenos de Asís. En los brazos del crucero se sitúan dos pinturas de tipo «triunfal». En una de ellas se hace una exaltación de la Fe y de la Iglesia, que son llevadas en carros portados por arzobispos. En el otro muro se hace una exaltación triunfal de la Inmaculada, en un carro alegórico que portan los franciscanos como grandes valedores del dogma. En los muros de la nave se pueden identificar otras escenas de la vida de San Francisco y otros defensores de la Inmaculada como Duns Scotto o sor María de Agreda.

La capilla de la Orden Tercera tiene acceso desde el mismo compás, a través de un pequeño cancel que se abre en el costado derecho. Su titularidad está indicada en un letrero sobre el mismo acceso. Fue construida entre 1664-66. Su interior presenta una única nave cubierta con bóveda de cañón rebajado y, al parecer, originalmente tenía unas dimensiones todavía inferiores. El retablo mayor, fechable hacia 1700, acoge en su hornacina central a la imagen de la Virgen de la Aurora, talla de vestir del comienzos del siglo XVIII. Está flanqueada por dos interesantes tallas de San Francisco de Asís y de Santo Domingo de Guzmán, coronando el ático del retablo un Crucificado de tamaño académico. En la zona superior, una pareja de ángeles sostiene una tarja con las Cinco Llagas del anagrama franciscano, completándose la talla con unas pinturas murales que parecen aumentar la profundidad de la obra, al fingir yeserías y cortinajes propios del barroco. De gran interés es un cuadro del muro izquierdo en el que se representa el tema de San Francisco redimiendo a las Animas del Purgatorio, curiosa iconografía en un cuadro de grandes dimensiones que se atribuye al seguidor de Murillo, Esteban Márquez. Del mismo autor parecen otras dos tablas que representan a San Andrés y a San Agustín. Al flamenco Peter Van Lint se atribuye el cuadro que representa a Cristo curando al paralítico en la piscina. Completan la decoración de los muros laterales dos retablos dedicados a la Virgen del Carmen y a San Clemente. Las cubiertas de la capilla fueron restauradas entre 2009-2010, lo que permitió la recuperación de una pequeña joya desconocida del patrimonio de la ciudad.

Del libro Iglesias de Sevilla de Manuel Jesús Roldán. Almuzara 2010