jueves, 14 de mayo de 2015

Palacio de los Marqueses de la Algaba



El Palacio de los Marqueses de la Algaba, está considerado uno de los mejores exponentes del arte mudéjar civil en la ciudad de Sevilla. Se trata de un palacio mudéjar incluido en la trama urbana que aún mantiene su estructura organizativa.
Se organizaba en torno al gran patio central, con arquerías sobre columnas de mármol, ocupando la crujía de borde los salones y dependencias del palacio.

La crujía de fachada, con el apoyo de la galería de acceso abierta al patio, situaba en sus flancos una torre, similar a una torre defensiva que los señores construyeron en el pueblo de la Algaba y que aún se conserva, y la portada principal gótico- mudéjar de excepcional interés.

Esta portada se desarrolla en dos cuerpos: el inferior, de sillares de piedra enmarcada por un baquetón gótico y dintel adovelado, y el superior, sobre un fondo de ladrillo agramilado y una franja de azulejos, se abre un ajimez en alfiz con decoración cerámica y arcos lobulados y con un friso interior de almocárabe de lacería, rellenando los huecos azulejos polícromos. Hoy se encuentra muy deteriorado, habiendo desaparecido el parteluz del ajimez, sustituido el antepecho por una baranda de hierro y faltando numerosas piezas del espléndido tablero de mosaico de lacería.

El inicio de la construcción de este edificio se sitúa hacia 1474, aunque su configuración definitiva corresponde al siglo XVI. Fue mandado construir por el primer y segundo señor de la Algaba, que obtiene su marquesado en el XVI. El segundo señor de la Algaba, don Luis Guzmán, fue regidor del concejo sevillano y fundó mayorazgo con la Algaba, Alazar, El Vado de Estacas, La Isla de Ardiles, El donadío de Albatán y el palacio a que nos referimos. En 1882 desaparece el mayorazgo, y es la razón por la que se ha conservado íntegro hereditariamente hasta esta fecha.

Desde mediados del XVI hasta finales de siglo se convirtió en el Teatro Hércules y más tarde en casa de vecinos. El jardín , al fondo de la edificación, se ha venido utilizando como cine de verano (Cine Arrayán) hasta fechas cercanas. Se han producido demoliciones en la parte del palacio que hace esquina con la calle Arrayán, construyéndose dos casas, hoy sólo ocupadas en planta baja con locales de comercio.

Fue rehabilitado integramente entre 1998 y 2002 por la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Sevilla, gracias al Plan Urban de fondos europeos. Actualmente alberga en su interior la sede la Delegación de Participación Ciudadana y desde Enero de 2013 alberga el Centro de Arte Mudéjar. Actualmente, se exponen un conjunto de 111 piezas relacionadas con este estilo artístico, entre las que destacan tinajas mudéjares, sellos, una pila bautismal, canes polícromos del siglo XV paños de arrocabe , almizates, piñas de mocárabes de madera , fragmentos de yeserías, azulejos y lápidas góticas.

Desde el 11 de enero de 2013, alberga el Centro de Arte Mudéjar de Sevilla.

sábado, 2 de mayo de 2015

Capilla de San José




Junto a la popular calle Sierpes se agrupa un pequeño dédalo de calles que se conocen popularmente como las cuatro esquinas de San José. Nombre popular que hace alusión a una de las Iglesias mas barrocas de Sevilla, con unas diminutas proporciones que la hacen ser conocida como la Capillita de San José. Fue una capilla gremial cuya construcción fue promovida por el gremio de carpinteros de la ciudad, que tenían al santo patriarca como patrón. Ya desde 1509 existía en el lugar, (entonces calle Manteros), un hospital dedicado a San José, que debió ser demolido a finales del siglo XVII por su estado ruinoso.

La construcción del nuevo edificio se dividió en dos fases, primera se comenzó en 1699 bajo la dirección del arquitecto Pedro Romero,  que concluyó en 1717 con la edificación y decoración de la única nave de la iglesia. En el año 1747 se comenzó una segunda fase, dirigida por Esteban Paredes, que terminó en 1766 con la terminación de la capilla principal y de la portada que se sitúa a los pies del templo. La capilla estuvo a punto de desaparecer por ruina a comienzos del siglo XX, salvándose de la piqueta al pasar a manos de la comunidad capuchina.

En 1931 fue incendiada, perdiéndose buena parte de la techumbre y de las pinturas que decoraban sus muros, aunque se salvó buena parte de su patrimonio y pudo restaurarse con la aportación del Estado y de los fieles. A pesar de sus reducidas proporciones, la capilla presenta dos portadas hacia el exterior. La de los pies está realizada en ladrillo y consta de dos cuerpos. En el primer cuerpo se sitúan dos hornacinas con esculturas de José y de San Jasón. Llama la atención la cartela que indica la agregación de la iglesia a la basílica de San Juan de Letrán en Roma. El ático lo remata la escultura de San José, situándose en las cartelas inferiores relieves los rostros de San Fernando y San Hermenegildo.

La portada lateral se culmina con un excelente grupo que representa el tema de los Desposorios de la Virgen, complicada historia inspirada en as evangelios apócrifos que narra el florecimiento de la vara de San Jose, una señal divina para que la Virgen optara por el mejor de los candidatos como esposo. En los laterales se distribuyen San Pedro y San Pablo y, en la parte superior, alegorías de la Mansedumbre y de la Castidad, todo una símbolo logia de las virtudes del santo titular.

El barroco y espectacular interior presenta una sola nave, con un pequeño crucero sobre el que se sitúa una cúpula ochavada en el exterior, quedando incluso espacio para el coro de los pies. La forma de cubrimiento de una bóveda de cañón sobre arcos fajones, siendo de destacar la original cúpula elíptica que se abre en la zona del crucero.

El retablo mayor es una obra barroca de excepcional importancia; una obra donde intervino el portugués Cayetano da Costa tanto en su diseño como en la realización de los relieves y esculturas o la supervisión de los trabajos, siendo la ejecución de su talla realizada por Julián Jiménez, tallista y ensamblador, discípulo del propio Da Costa. [2] Este retablo está compuesto por un banco, un gran cuerpo central con tres calles separadas por grandes estípites y un ático superior.

La hornacina central, realizada a modo de camarín, aloja la escultura de San José con el Niño, una talla atribuida a Agustín de Perea de 1694, al igual que los dos ángeles que lo corona. Los límites del camarín están delimitados por un rompimiento de gloria donde se incluyen angelitos y serafines envueltos entre nubes, obra de De Acosta o de artistas de su propio taller. Bajo el camarín se crean el manifestador y el Sagrario, sobre el cual se colocó posteriormente una imagen de la Inmaculada.

Los retablos del crucero aumentan la sensación de envolvimiento de los fieles, teniendo un diseño incluso mas atrevido que el mismo retablo principal. Así el retablo del lado del Evangelio del crucero, también realizado con un diseño barroco exquisitamente elaborado, es el altar de Nuestra Señora de las Tres Avemarías y presenta en su hornacina central el grupo escultórico de la Coronación de la Virgen por la Santísima Trinidad en rompimiento de gloria, una obra del escultor sevillano Joaquín Bilbao Martínez, bajo un busto de San Leandro con vestimenta pontifical que aparece en la tribuna. A la derecha puede verse un San Francisco de Asís con un crucifijo en la mano, mientras que a la izquierda se muestra una hornacina con una escultura de la Gloriosa muerte de San José con Jesús y María atribuido a Pedro Roldán.

El retablo del lado de la Epístola del crucero, asimismo creado con gran primor, está centrado por una gran puerta de acceso a la Sacristía, sobre la que se muestra un San Isidoro con su vestimenta pontifical. A su derecha puede verse una Inmaculada, y a su izquierda un Niño Jesús y un bello Nacimiento en una hornacina realizada en madera y espejos. Este retablo resultó muy dañado en el incendio de 1931, por lo que lo que hoy se contempla es su reconstrucción, llevada a cabo en el año 1935.

A ambos lados de la nave existen además dos bellos retablos. El del lado del Evangelio recibe el nombre de Altar de los Desposorios de San José y Santa María, debido al medallón central que lo preside, y que representa una escena en el templo de Jerusalén donde un sacerdote bendice la unión de los esposos. Enfrente se encuentra el Altar de san Joaquín, Santa Ana y la Virgen Niña, que presenta la escena de santa Ana enseñando a leer a la Virgen Niña en presencia de San Joaquín, un tema iconográfico que empezó a desarrollarse a partir del siglo XVI para dar culto a esta santa.

Entre otras imágenes de gran devoción existente en esta capilla, debe mencionarse la de Nuestro Padre Jesús Cautivo y Rescatado, popularmente denominado Cristo de Medinaceli, obra del siglo XX de Agustín Sánchez Cid que se venera en un altar junto a la entrada al templo, en la que destaca una enorme ráfaga plateada que aparece tras la imagen, que acumula numerosos exvotos de agradecimiento, un ejemplo de que las devociones actuales no se corresponden con las obras de mayor antigüedad o interés artístico.

Actualmente y promovido por Arpan y Ágora existe un proyecto en marcha para acometer una restauración integral que devuelva al templo su esplendor pasado. Aunque el estado estructural de la capilla no es preocupante, ya que, recientemente se acometieron trabajos en las cubiertas y la fachada, sí habría que acometer algunas obras menores para evitar males mayores en un futuro.

Además, se realizaría una intervención en los ricos y particulares bienes muebles del templo y, por supuesto, también en la rica decoración de las bóvedas de la capilla con escenas y motivos que ya apenas se pueden ver debido al incendio de 1931.