jueves, 16 de julio de 2015

Real Iglesia de Santa Ana


 Más de 800 años de historia han hecho de este edificio una auténtica fortaleza. Un templo invulnerable y eterno que alberga auténticas obras de arte y reliquias dignas de admiración y veneración. Se denomina la «catedral» de Triana, y posiblemente lo fue, ya que se dice que tal vez fue sede de un obispo y pudo ser Catedral.

La iglesia de Santa Ana comenzó a construirse en el año 1276, por orden del rey Alfonso X, El Sabio. Su origen se debe, según reza la inscripción de uno de sus muros, a la curación del monarca de una enfermedad que padecía en los ojos, mediante la intervención milagrosa de Santa Ana, madre de la Virgen María.

Fue reedificada en la segunda mitad del siglo XIV, ejecutándose también importantes reformas tras el terremoto de 1755, en la que resulto muy dañada, que desvirtuaron su fisonomía medieval. Dichas reformas fueron llevadas a cabo por Pedro de Silva entre 1756 y 1758.

La caña de la torre data de la primera mitad del siglo XIV y los dos cuerpos superiores son de la primera mitad del siglo XVI. El chapitel piramidal de caras rectas sobre banco ochavado que presenta, es un tipo que generalizan Pedro de Silva y Antonio Matías de Figueroa en el siglo XVIII.

De esa misma época son las ventanas molduradas que presentan las galerías superiores y diez ventanas exteriores del edificio que se abrieron para proporcionarle más luz.

Parece ser que el templo estuvo fortificado, ya que se trataba de la primera iglesia construida tras la Reconquista de Sevilla, apartada del castillo de Triana, y lejos por tanto del recinto amurallado de la ciudad. A este amurallamiento pertenecerían el remate almenado de las cubiertas de la terraza y las galerías a modo de triforio que recorren lateralmente las naves.

A lo largo de su historia la fábrica antigua quedó enmascarada, hasta que fue restaurada entre 1970 y 1975 por el arquitecto Rafael Manzano Martos, siendo suprimidas las pinturas de la mayoría de las capillas, así como de los muros y pilares de la iglesia, quedando en ladrillo visto.

La iglesia de Santa Ana es de planta rectangular sin crucero, con tres naves, la mayor más alta y ancha que las demás, terminadas en capillas poligonales con coro situado en el penúltimo tramo de la nave central, capillas adosadas a los muros del Evangelio y de la Epístola, y torre.

Las naves se dividen en cinco tramos y se separan por pilares rectangulares retallados de ladrillo, que han sufrido diversas reformas a lo largo de la historia y que hoy se encuentran despojados de toda ornamentación, sobre los que campean arcos apuntados.

Destacan por su singularidad las galerías a modo de triforio que recorren lateralmente la parte superior de las naves, y que son visibles al exterior por unas ventanas molduradas. Este elemento contribuye a dar al edificio fisonomía propia y es el único aspecto «defensivo» que conserva una iglesia, que probablemente en sus inicios estuviera fortificada.

La cabecera de las naves termina en capillas poligonales, de las cuáles la central es de mayor tamaño que las demás, al hallarse precedida por un tramo rectangular, y presenta un ligero esviaje respecto al eje central de la planta. En dichas cabeceras se alojan la Capilla Mayor en la nave central, elevada del resto del edificio mediante unas gradas de jaspe, la Capilla de la Madre de Dios en la nave del Evangelio y la Capilla del Calvario en la nave de la Epístola.

La Capilla de la nave central contiene el Retablo Mayor, de estilo plateresco, obra maestra del renacimiento sevillano, y la del Calvario alberga la pila bautismal, trasladada aquí desde la capilla a la que da nombre, decorada con pinturas murales de Domingo Martínez fechadas en 1740.

Tanto a la nave del Evangelio como a la de la Epístola abren ocho capillas, cuatro en cada una de ellas, a las que hay que sumar las tres situadas en las cabeceras poligonales que rematan las naves. Las Capillas de la nave del Evangelio son la Sacramental, situada en el segundo tramo de la nave, la dedicada a las Santas Justa y Rufina, en el cuarto, la del Bautismo en el último y la de San Francisco a los pies, siendo las Capillas de la nave de la Epístola las dedicadas a San Joaquín, en el segundo tramo, a Santa Bárbara, en el cuarto, a la Divina Pastora en el último, y a las Ánimas a los pies.

El volumen exterior de la iglesia de Santa Ana es bastante irregular, debido a las capillas adicionadas a las naves laterales, los contrafuertes y merlones que aparecen en algunos de sus tramos. En sus distintas fachadas se abren tres portadas, una a los pies y dos laterales en los muros del Evangelio y la Epístola.

La iglesia conserva una hermosa portada original, la lateral de la nave del evangelio, compuesta por siete pares de columnillas rematadas con capiteles decorados con elementos vegetales, con sus correspondientes arquivoltas; la exterior acabada en una perfecta línea de puntas de diamantes más un baquetón en zig-zag. Toda la portada, realizada en piedra, se enmarca bajo un gablete apuntado sobre el que aparece el escudo de Castilla.

La portada de la nave de la epístola se encuentra muy reformada, está construida en ladrillo y se compone de tres arcos apuntados que arrancan de una imposta sin decoración alguna.

viernes, 3 de julio de 2015

Iglesia Colegial del Divino Salvador



Aunque en su patio pueden apreciarse resquicios de la época romana y visigoda, fue levantada sobre los restos de la mezquita de Ibn Adabbas, la primera mezquita mayor de la Isbilya califal (siglo IX), de la cual aún se conserva parte de su patio de oración (sahn) y la base de su torre alminar.

Este centro religioso, así como su entorno, ostentaba gran importancia incluso en el desarrollo cotidiano de las gentes, por lo que cuando los cristianos conquistaron Sevilla, en 1248 por las tropas de Fernando III «el Santo», a pesar de permitir en un principio su uso musulmán, en 1340 deciden convertirla en la parroquia del Salvador. Además, se convino mantener el rango ostentado de segundo templo de la ciudad; y para ello le fue otorgado el carácter de colegiata.

Así este edificio sostendría un uso religioso hasta el año 1671, cuando el paso del tiempo consiguió escribir sobre ella tan fuerte deterioro que obligó a la demolición de la vieja mezquita junto con sus reformas y añadidos cristianos, para levantar en su lugar una nueva iglesia de acuerdo a las técnicas y a la estética del momento.

Su construcción, tal y como la vemos hoy, dio comienzo en 1674 bajo la dirección del maestro de obras Esteban García, finalizando en 1712 a manos del arquitecto Diego Antonio Díaz, tras la importante intervención en ella de Leonardo de Figueroa.

A mediados del siglo XIX la iglesia cambió de rango, pasando de colegial a parroquia, lo cual supuso el comienzo de una nueva serie de obras para adecuarla a su nuevo cometido, perdiendo además parte de su patrimonio artístico. Fue también en este tiempo cuando se concluyeron las tres portadas de su fachada principal, que fueron enmarcadas según el diseño del escultor Diego López en 1889; y solo unos años después, en 1896, se instaló en su frente la verja de hierro fundido como elemento de aislamiento y protección.

Más tarde volvería a ser sometida a un profundo trabajo de restauración que no finaliza hasta el 2008.

Bien de interés cultural, la iglesia del Salvador de Sevilla está catalogada como monumento desde 1985.

Se trata de una gran iglesia de estilo barroco y planta rectangular, en la que sobresale levemente la cabecera; con tres naves de igual altura y pequeñas capillas rodeando la iglesia con corredores por encima. Los soportes son pilares cuadrangulares con medias columnas adosadas; la cruz latina se cubre con bóveda de cañón, los demás tramos con bóveda de arista, y el crucero con una gran cúpula con linterna sobre tambor poligonal. La decoración pone una nota de moderado barroquismo al templo, tanto en la movida hojarasca de los paños interiores como en la fachada monumental, acomodada a la estructura interior del templo, que presenta un pesado frente a la manera de las iglesias contrarreformistas, y sigue el esquema serliano de tres puertas, una por cada nave; con pilastras corintias hasta la cornisa; con ático con aletones y torrecillas en los extremos, siendo sustituido el clásico frontón barroco por una ligera espadaña flanqueada por dos pináculos.

Se grandiosa arquitectura es digna de la enorme riqueza que en ella se encierra, especialmente en cuanto a la imaginería religiosa, en la que destaca la portentosa imagen de Nuestro Padre Jesús de la Pasión, de Juan Martínez Montañés, y la del crucificado Cristo del Amor, obra de su discípulo Juan de Mesa; dos de los máximos exponentes de la imaginería andaluza, clásica y barroca, respectivamente.

En la nave de la epístola se sitúan:

Retablo de las “Santas Justa y Rufina”. Realizado por los hermanos Cristóbal y Pedro de la Vega (1730), se encuentra presidido por imágenes titulares del siglo XVIII acompañadas en el ático por “Maria Magdalena”, atribuida al taller de Pedro Duque Cornejo.

Retablo de “Ntra. Señora de las aguas”. Obra de José Maestre (1724) está formado por banco, cuerpo y ático. Se encuentra presidido por imagen titular anónima del siglo XVIII flanqueada por las esculturas de "San Isidoro" y "San Leandro", obras estas de Felipe de Castro.

Retablo de “San Cristóbal”. De estilo barroco del siglo XVIII cuya imagen titular es obra de Juan Martínez Montañés (1597).

Retablo de la “Virgen Milagrosa” de estilo neoclásico del siglo XIV.

Retablo de “Ntra. Señora del Carmen” de principios del siglo XVIII.

Al lado del presbiterio se encuentra el altar de estilo barroco de los “Santos Crispín y Crispiniano”. En su parte superior se encuentran las esculturas titulares del siglo XVII, y en su parte central imagen de la “Virgen de los Dolores” obra del siglo XVIII.

Retablo de la Hermandad del Amor. Presidido por imagen del “Cristo del Amor” es obra de Juan de Mesa (1618-1620). A sus pies, el pelicano, que representa la muerte del Redentor flanqueado por imagen anónima de “Ntra. Señora del Socorro”, obra del siglo XIX y por “Santiago Mayor”, obra del siglo XVII.



En la nave del evangelio se sitúan:

Retablo del “Cristo de los Afligidos”. Obra barroca de Gaspar Gines (1635). Está presidido en el centro por imagen titular anónima del siglo XVII y en la parte inferior urna con imagen de la “Virgen” atribuida a Cristóbal Ramos. En el ático relieve de la "Santísima Trinidad" coronada por San Miguel.

La capilla sacramental. De estilo barroco es obra de Cayetano Acosta (1770) y está decorada por columnas y estípetes. En su hornacina central se sitúa el “Cristo de la Pasión” obra de Martínez Montañés y en el ático "Alegoría a la Eucaristía", se encuentra flanqueado por "San Carlos Borromeo" y "San Felipe de Neri". Estas imágenes pertenecen a la hermandad de la Pasión.

Retablo de "Santa Ana y la Virgen Niña”. Titular realizado por José Montes de Oca de mediados de siglo XVIII flanqueada por esculturas de "San Joaquín" y "San Antonio". En el ático "San Miguel", "San Leandro" y "San Isidoro".

Retablo del “Santo Cristo de la Humildad y Paciencia” de estilo neoclásico de primeros del siglo XIV y titular del siglo XVIII.

Retablo de la “Virgen del Rocío” de mediados de siglo XVIII.