jueves, 10 de septiembre de 2015

Torre de Don Fadrique


La torre de don Fadrique es una auténtica maravilla, símbolo de la Sevilla medieval que resurgió con fuerza tras la conquista de San Fernando.
La torre de don Fadrique es un elemento que todo el mundo ubica e incluso es visible desde las calles que rodean al antiguo monasterio de Santa Clara, pero lo que pocos conocerán es la belleza de sus salas interiores. Gracias a la última intervención realizada por el Ayuntamiento en Santa Clara, los jardines que rodean a la torre son visitables e incluso albergan espectáculos escénicos. El acceso se realiza desde el claustro del convento a través de un patio secundario que ha sido adaptado para las visitas.

La torre de don Fadrique se encuentra en mitad de unos jardines diseñados por Juan Talavera y Heredia en los años veinte del pasado siglo como sede del Museo Arqueológico Municipal, que estuvo abierto hasta 1946. El arquitecto municipal se encargó de restaurar el edificio, devolviéndole su cota original (había ido quedando enterrada con el paso de los siglos), le colocó una nueva escalera de subida con una bella barandilla de madera tallada y un estanque delantero para que se reflejara en el agua.

Es lo único que subsiste del Palacio de Don Fadrique, anexo al Convento de Santa Clara. Construida en 1252, es de planta cuadrada y posee tres cuerpos. El primero cubierto con bóveda ojival en el que se sitúan la puerta, tiene ventanas tipo saeteras. El segundo con bóvedas también ojivales tiene ventanas románicas y el tercero con bóvedas octogonales posee ventanas góticas.

La torre de Don Fadrique formaba parte del palacio del citado infante, el mayor de los quince hijos del Rey Fernando III, 'El Santo'. La construcción del conjunto arquitectónico se inició en 1252 para en 1289 donarse a las monjas clarisas, que se instalaron en la casa del infante para mas tarde construir el actual Convento de Santa Clara (siglos XV-XVI).

En el interior de la torre nos encontramos la bella barandilla de madera tallada añadida por Talavera y Heredia en los años veinte del siglo pasado que nos permite ir ascendiendo a través de las bóvedas. En la planta inferior encontramos una sencilla bóveda de crucería con apenas dos arcos ojivales que se entrecruzan en la clave y que recaen en sencillas ménsulas.

En el segundo cuerpo ya hallamos una bóveda más compleja con arcos igualmente construidos en ladrillo. Las estancias, de planta cuadrada, son de una sobriedad y belleza espectaculares, con vanos abiertos al exterior y pequeñas troneras y saeteras que recuerdan el pasado defensivo de esta zona de la ciudad.

Sin duda la estancia más bella es la superior, donde cuatro grandes vanos góticos con arcos polilobulados se abren al paisaje, hoy bastante colmado de edificaciones, pero que en el siglo XIII debió ser de gran belleza. Lo más espectacular es la bóveda que cubre la estancia, de una gran complejidad y cuyos arcos recaen en ménsulas decoradas con figuras antropomórficas.

La torre de don Fadrique es una auténtica maravilla, símbolo de la Sevilla medieval que resurgió con fuerza tras la conquista de San Fernando en 1248. Esta zona de la ciudad se cedió al infante don Fadrique, hijo de San Fernando y hermano de Alfonso X 'el Sabio', que construyó aquí su palacio, edificio del que apenas se conservan restos ya que fue reutilizado por las monjas cuando se instalaron en Santa Clara. Los muros del convento son los muros del palacio y la torre quedó en mitad de las huertas.

Entre las múltiples leyendas que circulan sobre esta torre destaca la que sitúa en ella los amores entre el infante don Fadrique y la segunda mujer de su padre, la reina Juana. Sean o no ciertas estas leyendas, lo cierto es que la torre se encontraba dentro del perímetro amurallado de la ciudad, por lo que su carácter defensivo era bastante secundario, más teniendo en cuenta los grandes ventanales que la decoran. En ella se mezcla un estilo románico tardío en la puerta de acceso y las ventanas del primer piso con el gótico de los vanos superiores y las bóvedas de las tres salas interiores, que van ganando en riqueza y complejidad conforme avanzamos en altura.

El rey Fernando III llamado popularmente El Santo, enviudó de su esposa, Doña Beatriz de Suabia. Al poco tiempo y, aunque ya era un anciano, se casó con la hermosa y joven Doña Juana de Pointhieu, descendiente de la familia real francesa.

Fernando III falleció pronto, dejando viuda y sola a Doña Juana. La entonces reina residía en el Alcázar de Sevilla, a donde llegó el Infante Don Fadrique, hijo del difunto Fernando III y por lo tanto hijastro de Doña Juana. La edad de ambos difería en dos años (25 años Don Fadrique y 27 años Doña Juana).

El infante y la reina se enamoraron y según se cree, Don Fadrique mandó construir la torre con el pretexto de reforzar la seguridad y vigilar el entorno de la misma pero, se piensa que su intención real era tener en ella los encuentros amorosos con la reina.

Esta situación no la aceptaron bien ni la nobleza ni el pueblo, lo que provocó que la reina marchara a Francia.

El Rey Alfonso X El Sabio, hijo de Fernando III El Santo y hermano del Infante Don Fadrique, autorizó abrir un proceso judicial contra este, presionado por la nobleza y el clero. Acusado de ofensa real al tener amores ilícitos con la viuda del rey fallecido y madrastra suya, Don Fadrique fue condenado a muerte y ejecutado en Toledo.

Tras el oscuro final del infante don Fadrique, la torre quedó en desuso hasta que varios años después los terrenos fueron entregados por el rey Sancho IV (tío de don Fadrique) a las monjas franciscanas para que situaran una de sus casas en la ciudad. Las múltiples reformas llevadas a cabo durante siglos respetaron la bella torre, que se muestra como testigo de esa Sevilla que se resiste a desaparecer. Ahora, nuevamente, los sevillanos y visitantes podrán visitar este recinto único, ejemplo del mejor gótico civil sevillano.