La torre de don Fadrique es una auténtica maravilla, símbolo de la Sevilla medieval que resurgió con fuerza tras la conquista de San Fernando.
La torre de don Fadrique es un elemento
que todo el mundo ubica e incluso es visible desde las calles que rodean al
antiguo monasterio de Santa Clara, pero lo que pocos conocerán es la belleza de
sus salas interiores. Gracias a la última intervención realizada por el
Ayuntamiento en Santa Clara, los jardines que rodean a la torre son visitables
e incluso albergan espectáculos escénicos. El acceso se realiza desde el
claustro del convento a través de un patio secundario que ha sido adaptado para
las visitas.
La torre de don Fadrique se encuentra en
mitad de unos jardines diseñados por Juan Talavera y Heredia en los años veinte
del pasado siglo como sede del Museo Arqueológico Municipal, que estuvo abierto
hasta 1946. El arquitecto municipal se encargó de restaurar el edificio,
devolviéndole su cota original (había ido quedando enterrada con el paso de los
siglos), le colocó una nueva escalera de subida con una bella barandilla de
madera tallada y un estanque delantero para que se reflejara en el agua.
Es lo único que subsiste del Palacio de Don
Fadrique, anexo al Convento de Santa Clara. Construida en 1252, es de planta
cuadrada y posee tres cuerpos. El primero cubierto con bóveda ojival en el que
se sitúan la puerta, tiene ventanas tipo saeteras. El segundo con bóvedas
también ojivales tiene ventanas románicas y el tercero con bóvedas octogonales
posee ventanas góticas.
La torre de Don Fadrique formaba parte
del palacio del citado infante, el mayor de los quince hijos del Rey Fernando
III, 'El Santo'. La construcción del conjunto arquitectónico se inició en 1252
para en 1289 donarse a las monjas clarisas, que se instalaron en la casa del
infante para mas tarde construir el actual Convento de Santa Clara (siglos
XV-XVI).
En el interior de la torre nos
encontramos la bella barandilla de madera tallada añadida por Talavera y
Heredia en los años veinte del siglo pasado que nos permite ir ascendiendo a
través de las bóvedas. En la planta inferior encontramos una sencilla bóveda de
crucería con apenas dos arcos ojivales que se entrecruzan en la clave y que
recaen en sencillas ménsulas.
En el segundo cuerpo ya hallamos una
bóveda más compleja con arcos igualmente construidos en ladrillo. Las
estancias, de planta cuadrada, son de una sobriedad y belleza espectaculares,
con vanos abiertos al exterior y pequeñas troneras y saeteras que recuerdan el
pasado defensivo de esta zona de la ciudad.
Sin duda la estancia más bella es la
superior, donde cuatro grandes vanos góticos con arcos polilobulados se abren
al paisaje, hoy bastante colmado de edificaciones, pero que en el siglo XIII
debió ser de gran belleza. Lo más espectacular es la bóveda que cubre la estancia,
de una gran complejidad y cuyos arcos recaen en ménsulas decoradas con figuras
antropomórficas.
La torre de don Fadrique es una auténtica
maravilla, símbolo de la Sevilla medieval que resurgió con fuerza tras la
conquista de San Fernando en 1248. Esta zona de la ciudad se cedió al infante
don Fadrique, hijo de San Fernando y hermano de Alfonso X 'el Sabio', que
construyó aquí su palacio, edificio del que apenas se conservan restos ya que
fue reutilizado por las monjas cuando se instalaron en Santa Clara. Los muros
del convento son los muros del palacio y la torre quedó en mitad de las
huertas.
Entre las múltiples leyendas que circulan
sobre esta torre destaca la que sitúa en ella los amores entre el infante don
Fadrique y la segunda mujer de su padre, la reina Juana. Sean o no ciertas
estas leyendas, lo cierto es que la torre se encontraba dentro del perímetro
amurallado de la ciudad, por lo que su carácter defensivo era bastante
secundario, más teniendo en cuenta los grandes ventanales que la decoran. En
ella se mezcla un estilo románico tardío en la puerta de acceso y las ventanas
del primer piso con el gótico de los vanos superiores y las bóvedas de las tres
salas interiores, que van ganando en riqueza y complejidad conforme avanzamos
en altura.
El rey Fernando III llamado popularmente
El Santo, enviudó de su esposa, Doña Beatriz de Suabia. Al poco tiempo y,
aunque ya era un anciano, se casó con la hermosa y joven Doña Juana de
Pointhieu, descendiente de la familia real francesa.
Fernando III falleció pronto, dejando
viuda y sola a Doña Juana. La entonces reina residía en el Alcázar de Sevilla,
a donde llegó el Infante Don Fadrique, hijo del difunto Fernando III y por lo
tanto hijastro de Doña Juana. La edad de ambos difería en dos años (25 años Don
Fadrique y 27 años Doña Juana).
El infante y la reina se enamoraron y
según se cree, Don Fadrique mandó construir la torre con el pretexto de
reforzar la seguridad y vigilar el entorno de la misma pero, se piensa que su
intención real era tener en ella los encuentros amorosos con la reina.
Esta situación no la aceptaron bien ni la
nobleza ni el pueblo, lo que provocó que la reina marchara a Francia.
El Rey Alfonso X El Sabio, hijo de
Fernando III El Santo y hermano del Infante Don Fadrique, autorizó abrir un
proceso judicial contra este, presionado por la nobleza y el clero. Acusado de
ofensa real al tener amores ilícitos con la viuda del rey fallecido y madrastra
suya, Don Fadrique fue condenado a muerte y ejecutado en Toledo.
Tras el oscuro final del infante don
Fadrique, la torre quedó en desuso hasta que varios años después los terrenos
fueron entregados por el rey Sancho IV (tío de don Fadrique) a las monjas
franciscanas para que situaran una de sus casas en la ciudad. Las múltiples
reformas llevadas a cabo durante siglos respetaron la bella torre, que se
muestra como testigo de esa Sevilla que se resiste a desaparecer. Ahora,
nuevamente, los sevillanos y visitantes podrán visitar este recinto único,
ejemplo del mejor gótico civil sevillano.
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