El único templo de Sevilla que
conserva restos de las tres religiones es Santa María la Blanca. fue mezquita,
después sinagoga y, finalmente, iglesia cristiana.
Tras los trabajos finalizados
recientemente, se ha podido comprobar que el único templo de Sevilla que
conserva restos de las tres religiones es Santa María la Blanca. fue mezquita,
después sinagoga y, finalmente, iglesia cristiana. En la segunda fase de los
trabajos de restauración terminados en enero de 2.013, los arqueólogos han
encontrado por primera vez restos de estructuras, tanto de la mezquita como de
la sinagoga judía, que apuntan a que el actual templo cristiano no se levantó a
costa de destruir los anteriores, sino utilizando al menos parte de lo
edificado.
La primitiva mezquita sería modesta,
"de barrio", fundada intramuros de la ciudad, ante una de las
antiguas puertas de entrada hoy desparecida, llamada de Bab Chauar o de las
Perlas, más tarde de Minjoar y actualmente de la Carne.
Después de la reconquista de la ciudad
por parte del rey Fernando III, su hijo Alfonso, mediante un Privilegio Rodado
fechado en 5 de agosto de 1.252, cede a la Iglesia de Sevilla todas las
mezquitas de la ciudad, excepto las tres que se encontraban en el interior del
barrio de la judería, que se transforman en sinagogas y, posteriormente, en las
iglesias cristianas de san Bartolomé, santa Cruz y santa María la Blanca. En
concreto, la sinagoga de santa María la Blanca es consagrada al culto cristiano
en 1.391, justo después de la matanza de judíos instigada por el tristemente
famoso arcediano de Écija, Ferrán Martínez. Tras los trabajos finalizados
recientemente, se ha podido comprobar que el único templo de Sevilla que
conserva restos de las tres religiones es Santa María la Blanca.
En la construcción de la nueva iglesia sigue
las trazas cristianas del arte gótico, con portada de arco apuntalado y
aprovechamiento de las columnas y capiteles romanos que todavía se conservan en
el muro lateral de la calle Archeros.
La configuración del edificio actual data del siglo XVII y en
ella tuvo una especial intervención el canónigo de la catedral Justino de Neve,
cuya vinculación con este templo comienza en 1657 cuando ingresa en su
Hermandad sacramental, figurando veinte años más tarde como Hermano Mayor de la
misma.
Las obras fueron realizadas en dos fases:
la primera en 1660, cuando se alzó su capilla mayor, que debió ser levantada
por Pedro Sánchez Falconete, el cual en 1651 ya había construido la espadaña,
que fue respetada. El retablo es también de 1660, según testimonio de Torre
Farfán por el que sabemos que del templo primitivo solo se conservó esta
capilla, por ser de realización reciente.
La segunda fase en la construcción de la
iglesia (de 1662 a 1665) Se quitaron las primitivas columnas de piedra que estaban
en mal estado y se sustituyeron por cinco pares de columnas de jaspe rojo y
sobre ellas se voltearon arcos semicirculares. El
templo quedó configurado como una planta
de forma rectangular con una prolongación de la cabecera y con dos cuerpos,
también rectangulares, que se adosan en el muro de la nave de la Epístola,
abierto a la calle Archeros. Su interior se organiza según tres naves,
prácticamente de la misma altura, divididas en seis tramos a través de dos
hileras de columnas toscanas que a partir de arcos de medio punto, reciben los
pesos de sus bóvedas, de cañón con falsos lunetos en la nave central, y de
aristas en las laterales. En el teórico crucero se
eleva una bóveda semiesférica iluminada por dos óculos
laterales. En julio de 1663 el propio Justino de Neve
contrató con el cantero Gabriel de Mena la labra de diez columnas con un coste
de 500 ducados, y el contrato para la realización de las cubiertas fue firmado
en julio del año anterior.
La decoración interior del templo está
fundamentada principalmente en yeserías barrocas de ángeles y recargadas de elementos vegetales trazadas por Pedro Sánchez Falconete y decoradas por
Pedro de Borja, según Teodoro Falcón. Estas dan una gran carga de apariencia
barroca que enmascara por completo las trazas góticas originales.
Este panorama decorativo se completa con
cuatro grandes lienzo semicirculares que encargó Justino Neve a Bartolomé
Esteban Murillo de gran calidad técnica y excelente composición. Dos más grande
situados en los intercolumnios del espacio que precede al presbiterio. Los
otros dos, algo menores, se colocaron en los testeros de las naves laterales.
Los dos primeros fueron expoliados durante la invasión francesa. En la
actualidad se hallan en el Museo del Prado y en su lugar existen en la iglesia
sendas réplicas.
Finalmente, dentro del epígrafe de la
decoración, hay que citar los azulejos que decoran los muros del templo y de
algunas capillas, idénticos a los que se hallan en la Sacristía de la iglesia
del Sagrario, que fueron realizados por Diego de Sepúlveda.
Las obras concluyeron a principios de
Julio de1665, siendo consagrado el templo el 5 de Agosto siguiente, festividad
de Ntra. Sra. de las Nieves
La imagen de Nuestra Señora de las
Nieves, realizada por Juan de Astorga a comienzos del siglo XIX, preside
precisamente el retablo del presbiterio. Barroco de hacia 1690, que presenta
columnas salomónicas como elementos
estructurales con tallas de Santa Justa y Rufina en los laterales .
Destacan además los dos retablos existentes
en la capilla Sacramental, que se encuentra situada en la nave de la Epístola.
De éstos, el que preside la capilla, y situado en el muro de la izquierda, es
conocido como el retablo de la Cofradía del Lavatorio, y en él pueden
contemplarse las imágenes de el Crucificado del Mandato, que se ubica en su parte central, entre las
figuras de la Virgen y San Juan. En el frente, otro retablo de líneas muy
barrocas y gran valor artístico, está presidido por la figura de San José con
el Niño, atribuido a Cristóbal Ramos del siglo XVIII.
Exteriormente, y por encontrarse la
iglesia adosada a una esquina de una manzana de viviendas, cuenta con dos
fachadas muy distintas entre sí, en este caso ambas de medianas dimensiones.
La principal, situada a los pies de la
iglesia se organiza en forma de torre-fachada, con un arco apuntado y
abocinado, cuya rosca exterior se decora a base de puntas de diamante labradas
en piedra. Sobre este primer cuerpo se levantan otros tres, con huecos altos y
estrechos, los dos superiores para alojar campanas.
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