El monasterio fue sede de una comunidad
de Monjas Agustinas, fundado por Andrés de Segura en 1571, racionero de la
Catedral, aunque las obras no llegarían a comenzarse hasta los primeros años de
la centuria siguiente.
Al ser abandonado el edificio a
consecuencia de la exclaustración de Juan Álvarez de Mendizábal en 1837 y
compartimentado y adaptado posteriormente para uso como corral de vecinos, la
iglesia quedó sin culto hasta que fue ocupada en el año 1936 por la Hermandad
de la Sagrada Mortaja, ante la amenaza y más tarde incendio llevado a cabo en
la Iglesia de Santa Marina, su anterior sede.
Con fecha de 14 de diciembre de 1967, el
entonces cardenal de Sevilla José María Bueno Monreal donó la iglesia junto con
el compás a la citada Hermandad de la Sagrada Mortaja para sus cultos y su
conservación.
A la iglesia se llega a través de la
calle Bustos Tavera, pasando previamente por el compás que tenía por esta calle
el convento, un espacio amplio, de planta rectangular y con un tramo cubierto a
la entrada.
Precisamente en esta zona cubierta de la
entrada, a la izquierda, puede verse un gran retablo cerámico que representa el
paso de misterio de esta Hermandad de penitencia. Un enorme cuadro cerámico
pintado en tonos azules por el pintor ceramista José Escolar Mateos, que fue
bendecido el día 15 de agosto de 1973.
A la derecha y al frente de la zona
abierta del compás, donde se ubica un púlpito de forja del siglo XVIII, existen
algunas dependencias de dicha Hermandad, mientras que a la izquierda se levanta
la iglesia conventual, que se atribuye al arquitecto y retablista manierista
Diego López Bueno o de algún maestro de su entorno artístico.
Entre los distintos elementos de interés
que pueden verse en este espacio figura una placa cerámica, situada próxima a
la entrada, en la pared de la izquierda, en la que se narra cómo se fundó la
Hermandad de la Sagrada Mortaja a partir de la aparición casual de una imagen
de Nuestra Señora de la Piedad en un hueco de la torre de la iglesia de Santa
Marina, en los años posteriores a la Reconquista de la ciudad por el rey
Fernando III El Santo.
La iglesia se conforma estructuralmente
según una planta de cruz latina de brazos casi iguales, por lo que
prácticamente aparenta ser de planta centrada y de cruz griega.
Tiene presbiterio pronunciado y pilastras
cajeadas donde se apoyan las bóvedas de cañón que cubren los cuatro brazos de
la cruz, mientras que el crucero se cubre con una cúpula semiesférica o de
media naranja, apoyada sobre pechinas; sin tambor y con iluminación cenital a
través de una linterna.
Ático del retablo mayor.
En la cabecera del templo, y cubriendo
todo el testero, conserva su importante retablo mayor, una obra realizada por
José Fernando de Medinilla en el año 1752.
Dividido verticalmente por enormes
columnas corintias de fuste liso, se compone de banco alto, cuerpo central y
ático. En la zona central y presidiendo todo el conjunto se sitúa un profundo
camarín donde se centra el grupo escultórico del misterio de Jesús Descendido
de la Cruz, titular de la Hermandad, y en los laterales las imágenes de San
José con el Niño en el lado del Evangelio y de Santa Bárbara en el lado de la
epístola. Sobre el camarín, se incluye una imagen de candelero de la Virgen de
la Paz, y en el ático puede verse una imagen de San Agustín, en el centro,
acompañado de religiosos de su orden.
Otro retablo de gran interés se muestra
en el muro de la Epístola, justo frente a la gran puerta de entrada.
Es éste un retablo creado por Diego López
Bueno en el año 1613, aunque modificado posteriormente durante el siglo XVIII.
Realizado en madera tallada, con dos cuerpos de altura y ático y tres calles,
aparece presidido por una imagen del Niño Jesús y sobre el que se sitúa un
busto de San Francisco de Borja, quedando rodeado por otras imágenes de santos
jesuitas.
A los pies del templo se encuentra el
espacio destinado al coro, que aparece separado del resto de la nave central
mediante un artístico cerramiento en piedra con diferentes huecos de distintos
formatos y amplias rejas repartidos a través de toda su superficie.
En el interior de este coro hoy puede
contemplarse parte del patrimonio artístico y procesional de la Hermandad, como
son los dieciocho ciriales que le caracterizan en su estación de penitencia, o
el propio paso procesional, una soberbia joya del barroco, tallada en madera
dorada y fechada en los comienzos del siglo XVIII.
Entre otros elementos de interés se citan
la gran puerta de madera de acceso al templo desde el compás exterior, de
extraordinaria altura, talla y decoración, y la ornamentación a base de cabezas
de ángeles que centran los casetones de las distintas yeserías de las bóvedas.
La fachada exterior de la iglesia a la
calle Bustos Tavera es muy sobria, y solo muestra un sencillo testero del
volumen de la iglesia, con su alto paramento de ladrillo visto que incluye un
hueco con algunas molduras barrocas.
Esta fachada se continúa con el muro de
cierre del compás, que aparece presidido por una gran puerta de acceso muy
sencilla, acabada en medio punto.
Muy al contrario, la fachada de la
iglesia vista desde el interior del espacio del compás sorprende por su
elaborada composición arquitectónica y destaca por su esbelta y hermosa portada
de corte manierista y dos cuerpos de altura. De ellos, el cuerpo inferior
aparece presidido por una gran puerta adintelada enmarcada por pilastras
pareadas y hornacinas; mientras que el superior queda centrado por una pintura
contemporánea de Maireles que representa el momento en el que, según la
tradición, fue descubierta la imagen gótica de la Virgen de la Piedad en un
hueco de la torre de la iglesia de Santa Marina, entre pilastras cajeadas y
coronada por un frontón partido.
No hay comentarios :
Publicar un comentario