viernes, 16 de enero de 2015

Capilla de San Pedro Alcantara


Quizás sean las dos iglesias más desconocidas de Sevilla. Situadas en pleno centro de la ciudad, en la calle Cervantes, entre la plaza de San Martín y la plaza de San Andrés. Dos iglesias que comparten la misma puerta, junto al acceso trasero del Instituto San Isidoro, el centro de enseñanza con más historia de la ciudad, e insertas en el colegio mayor de las Esclavas del Sagrado Corazón. Tras un sencillo portalón se abre un pequeño compás al que se abren, de forma perpendicular, dos capillas barrocas desconocidas.

La iglesia de San Pedro de Alcántara fue convento franciscano fundado en 1649 en las casa de los marqueses de Valencina, en el año en que Sevilla sufrió la mayor epidemia de peste de su historia, inaugurándose el templo en octubre de 1666. En el siglo XVIII, durante el reinado de Carlos III, la comunidad se amplió con la llegada de la comunidad franciscana del convento de San Diego, los llamados «dieguinos», que vendieron su convento situado en las cercanías del actual Prado de San Sebastián y se trasladaron a las casas de la calle Cervantes. La llegada de los franceses motivó la ocupación del recinto y la expulsión de los frailes, siendo empleado el convento como hospital, Regresaría la comunidad en 1813, produciéndose su definitiva exclaustración en 1835.

En 1895 llegaron al convento las Esclavas del Sagrado Corazón de María, que hoy siguen regentando el colegio mayor la Luz. Desde entonces, el conjunto ha sufrido una parcelación continua de sus antiguas dependencias, en las que se situaría el Instituto de Enseñanza Media San Isidoro. Ya en el siglo XX, en la década de los sesenta, se derribaron la mayor parte de sus patios y de sus muros, conservándose en la actualidad las dos iglesias y las arcadas de un claustrillo, todo ello entre el patio del Instituto y las dependencias del colegio de las Esclavas. La iglesia principal tiene acceso desde la puerta que se abre frente a la calle Cervantes. Es iglesia de una sola nave, con planta de cruz latina y bóveda semiesférica en la zona que antecede al presbiterio. No tiene retablo principal sino un gran templete a modo de baldaquino que aloja una cruz romo símbolo franciscano. Está realizado en madera, pero su policromía imita el mármol, dentro del gusto académico del siglo XIX. Buena parte de la iglesia tiene un vistoso zócalo de azulejos del siglo XIX, diseñados por José Gestoso, aunque el aspecto más destacable son las pinturas al temple que decoran la mayoría de sus muros. Aunque deterioradas, son un ciclo pictórico del siglo XVIII de gran interés, dedicado a la exaltación de la orden franciscana.

Por los muros se distribuyen santos y papas relacionados con la orden como San Luis de Tolosa, San Buenaventura y Santa Clara expulsando a los sarracenos de Asís. En los brazos del crucero se sitúan dos pinturas de tipo «triunfal». En una de ellas se hace una exaltación de la Fe y de la Iglesia, que son llevadas en carros portados por arzobispos. En el otro muro se hace una exaltación triunfal de la Inmaculada, en un carro alegórico que portan los franciscanos como grandes valedores del dogma. En los muros de la nave se pueden identificar otras escenas de la vida de San Francisco y otros defensores de la Inmaculada como Duns Scotto o sor María de Agreda.

La capilla de la Orden Tercera tiene acceso desde el mismo compás, a través de un pequeño cancel que se abre en el costado derecho. Su titularidad está indicada en un letrero sobre el mismo acceso. Fue construida entre 1664-66. Su interior presenta una única nave cubierta con bóveda de cañón rebajado y, al parecer, originalmente tenía unas dimensiones todavía inferiores. El retablo mayor, fechable hacia 1700, acoge en su hornacina central a la imagen de la Virgen de la Aurora, talla de vestir del comienzos del siglo XVIII. Está flanqueada por dos interesantes tallas de San Francisco de Asís y de Santo Domingo de Guzmán, coronando el ático del retablo un Crucificado de tamaño académico. En la zona superior, una pareja de ángeles sostiene una tarja con las Cinco Llagas del anagrama franciscano, completándose la talla con unas pinturas murales que parecen aumentar la profundidad de la obra, al fingir yeserías y cortinajes propios del barroco. De gran interés es un cuadro del muro izquierdo en el que se representa el tema de San Francisco redimiendo a las Animas del Purgatorio, curiosa iconografía en un cuadro de grandes dimensiones que se atribuye al seguidor de Murillo, Esteban Márquez. Del mismo autor parecen otras dos tablas que representan a San Andrés y a San Agustín. Al flamenco Peter Van Lint se atribuye el cuadro que representa a Cristo curando al paralítico en la piscina. Completan la decoración de los muros laterales dos retablos dedicados a la Virgen del Carmen y a San Clemente. Las cubiertas de la capilla fueron restauradas entre 2009-2010, lo que permitió la recuperación de una pequeña joya desconocida del patrimonio de la ciudad.

Del libro Iglesias de Sevilla de Manuel Jesús Roldán. Almuzara 2010

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