jueves, 18 de junio de 2015

La Casa de la Moneda



La Casa de la Moneda de Sevilla fue una de las siete cecas principales de Castilla autorizadas a continuar después de 1497 por los Reyes Católicos. La Casa Nueva de la Moneda se construyó en las huertas de las Atarazanas, próxima al río, y ubicada en la entrada de la ciudad, entre la Torre del Oro y la Torre de la Plata, situación que le permitía supervisar todo aquello que venía desde América.
  
La nueva fábrica quedaba a menos de 200 metros de donde estaba la vieja, y a medio camino entre los muelles y la Casa de la Contratación, recorrido de los mercaderes de plata y oro. De esta forma, La Real Casa de la Moneda de Sevilla era el centro neurálgico donde se fundía el oro y la plata de la época que después era convertido en marcos y doblones para posterior sostenimiento de la economía europea en pleno siglo XVI, época de conquistadores del Nuevo Mundo.

En 1868, la Fábrica de la Moneda sevillana pierde su función fabril, tras lo cual será dividida en lotes y vendida a diversos particulares- Ildefonso Lavín, Inocencio Ocho y José Marañón- que la reconvertirán en un conjunto de viviendas en régimen de alquiler. En el año 1879 la propiedad de la antigua Casa de la Moneda pasará a manos de un solo propietario, D. Manuel Marañón y Martínez.

A partir de este momento, la antigua fábrica de moneda comenzará a protagonizar una serie de reformas, tanto internas como externas, que cambiarán radicalmente su estructura y fisonomía primitivas, como la del siglo XVI y otra en el siglo XVIII, cuando se le añadió la gran portada que conforma el acceso principal, obra de Sebastián Van der Borcht; así como otra serie de reformas de cara a solventar problemas de filtraciones y estructurales derivados del terremoto de Lisboa de 1755.

Así, el conjunto actual corresponde a las reformas realizadas por Sebastián Van der Borcht, ya que en el siglo XVIII los edificios se encontraban en una situación deplorable. Este ruinoso estado hace que el 17 de mayo de 1761 se encargue al arquitecto la dirección de las nuevas obras de reforma en la Casa de la Moneda. Esta es la segunda gran intervención que se desarrolla sobre el edificio durante este siglo y es sin duda la de mayor importancia, dado que con ella la antigua fábrica cambiará sustancialmente de fisonomía al conectarse directamente con el exterior por medio de una portada monumental, posibilitando la comunicación directa entre el antiguo Patio de los Mercaderes (hoy calle Habana) y la ciudad; se pretendía dotar de mayor funcionalidad al edificio. El elemento más destacable de esta época es la portada principal de acceso, que presenta un gran arco central muy rebajado, flanqueado por pilastras jónicas y orejetas almohadilladas. Las pilastras dan paso, en la planta superior, a un frontón partido y escalonado, que albergaba el escudo real y que sería sustituido en el siglo XIX por el balcón que vemos actualmente. Este escudo estaba flanqueado por los dos jarrones que persisten actualmente. Las obras finalizaron dos años después, siendo “celebrada por todos” los sevillanos.

 Pero no termina ahí la intervención de Van der Borcht, sin embargo, la escasez de presupuesto -empleado casi en su totalidad para la realización de la portada- había provocado la paralización de las obras quedando aún por concluir. No obstante esta suspensión, las obras siguieron su curso aunque a las órdenes del ingeniero delineador Miguel de Taramas.

Las instalaciones de la Nueva Casa de la Moneda, poco a poco, se fueron abandonando, llegándose a deteriorar de manera que se encontraba en estado totalmente ruinoso hasta que a finales del siglo XX se decidió su restauración, quedando un edificio semejante a lo que era en su esplendorosa época.

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